A historia le consagró como uno de aquellos legendarios once aldeanos de 1958 en el Bernabéu pero Jesús Garay se quedó para siempre en San Mamés por su trepidante traspaso al Barcelona que generó un gran debate en la ciudad y cuyo importe, 5,5 millones de pesetas, todo un fortunón para la época -era 1960...-, propició la construcción de una tribuna noble donde se ubicaba la tradicional tribuna de Misericordia. El presidente, Enrique Guzmán, no quería oír hablar del asunto. Pero su sucesor, Javier Prado, consideró la situación. San Mamés se había quedado pequeño. A pesar de la ampliación en el 57 de la Tribuna Sur, o de Capuchinos, había una lista de 4.000 aspirantes a socio. Se creó un enorme debate en la ciudad. Nunca antes el Athletic había vendido un titular y San Mamés lo veneraba como uno de sus hijos predilectos. Jesús era un hombre de bien, caballero de la Órden de Isabel la Católica y hombre de hondas raíces religiosas, amén de un defensa a trasmano de la época, un zaguero que destacó muy pronto por su exquisita elegancia. Pero aparecía un central joven, Echeberria, quedaba Etura, venía también Iturriaga, medio defensivo... El puesto estaba cubierto. Javier Prado miraba con un ojo la oferta del Barça y con otro a la tribuna de Misericordia. Acabaría cediendo tras la prohibición de que el Athletic celebrase una gira por Latinoamérica (competía con la propia selección...) que generaba cuatro millones extra de ingresos.

Jesús Garay Vecino vino a este mundo el 10 de septiembre de 1930, en la República de Begoña, como él mismo decía. Daría sus primeras patadas a un balón en La Campa del Muerto o campa Basarrate. Más en serio en los equipos colegiales del Patronato y del Berriotxoa, en el puesto de extremo izquierdo.

Tras su primera campaña como federado, a los 16 años, su vida deportiva dio un vuelco: le fichó el Begoña por dos temporadas, pero en la segunda le llamó ya el Athletic por mediación de los directivos Eguiluz y Darío Zavala. Cedido en el Erandio había jugado de delantero, Garay se instaló en el fútbol como central. Alto, fuerte, de cabeza poderosa, fue un precursor. No era un central al uso de la época, cuando lo que se llevaba (y aplaudía) era despejar el balón lo más lejos y más fuerte posible. Él se movía como un bailarín, arriba y abajo, manejando con seguridad, hasta encontrar a alguien desmarcado. Un adelantado de su tiempo. Debutó con el Athletic con un ¡9-4! contra el Celta.

La marcha de Garay fue traumática, pero Garay se fue al Barça por el dinero más los derechos de Areta III. Aunque él se fue ganando el doble de lo que cobraba en el Athletic, su marcha sonó a sacrificio. Era bilbaino hasta la médula, nunca se habían concebido, ni él ni su mujer, que esperaba un segundo hijo (tendría siete hijos al final...), en otro lado. Preparaban la apertura de una tienda de deportes...

Le tocó un Barça de entreguerras y no estuvo cómodo allí. En cinco años ganó una copa. En el Athletic había ganado tres copas y una liga. Y no estuvo en su ambiente. Barcelona era más abierta y cosmopolita. Él era extremadamente religioso, como lo era en aquellos años el propio Athletic, cuyos jugadores hacían ejercicios espirituales cada temporada y no encajaba. Su devoción religiosa resultó una rareza. Los compañeros bromeaban con él. Cumplido el contrato, en la 65-66 se fue al Málaga. Jugó la temporada del descenso y regresó a Bilbao. Con el inexorable declinar físico, Jesús Garay se enfrentaría a un nuevo reto que solo y el disfrute en Bakio. Falleció un mes después que Piru, el 10 de febrero de 1995, en Bilbao, por culpa de una afección cardíaca. Tenía 64 años de edad.

Fue un hombre de férrea fe que no encajó con la vida más abierta y cosmopolita que se le brindaba en Barcelona

Formó parte de aquella 'defensa de memoria' que se recitaba de carrerilla en San Mames, aquel Orue, Garay, Canito