ESTOY recomendando mucho últimamente el libro La vida de 100 años: Vivir y trabajar en la era de la longevidad. Cada día que pasa veo más necesario entender bien lo que cuenta. La tecnología ha cambiado mucho cómo trabajamos. Pero la longevidad también lo hará. Y la combinación de ambas palancas de cambio (tecnología y longevidad), nos lleva a pensar que el reskilling (aprender nuevas habilidades durante la vida) será fundamental.

El libro, publicado en 2016, apunta a una hipótesis que la pandemia ha acelerado: cada vez los cambios sociales y económicos son más rápidos y estructurales. Por ello, además de entender que el mundo siempre puede cambiar, hay que entender bien lo que está cambiando para luego acertar en el qué hacer. Piensen por ejemplo en los cambios de un sector como el financiero. Un sector que parecía estable y rentable. A todo el mundo le iba bien. La era digital y la dificultad de cambiar la propuesta de valor a los clientes lo ha transformado.

El libro apunta que pasaremos de un modelo de vida de tres etapas (estudiar-trabajar-jubilarse) a uno de múltiples etapas estudiar-trabajar antes de poder jubilarse. Es decir, lo que estudiamos, cada vez tendrá un ciclo de vida útil más corto. El conocimiento se tornará obsoleto más rápido. Nuestras habilidades deberán reinventarse frecuentemente. Y la elección de estas habilidades, como decía anteriormente, será clave. Tantos cambios simultáneos en el mundo no hace fácil saber dónde está la oportunidad. Entonces, para que la elección pueda ser buena, el interés por aprender y la curiosidad por explorar deberán estar con nosotros. Sin parar. Ponerse a investigar cuando uno está sin trabajo, parece siempre la peor elección.

Para que esto sea posible, creo que es más importante que nunca que una carrera básica (un Grado en España) no se ancle a las necesidades de las empresas. En esas edades es mejor dotarse de unas competencias genéricas clave: resolución de problemas, creatividad, trabajo en equipo, orientación al resultado, etc. El mundo se está especializando, pero a la vez el generalista puede triunfar mejor en él por paradójico que parezca. Con una mirada laboral flexible, se tiene más maleabilidad para cambiar de sector, empresa, etc. El libro Range habla mucho de esto (también lo recomiendo). El libro narra muchas cuestiones que seguro habéis vivido en la empresa. Si podemos dividir el trabajo (simplificando lo simplificable) entre tareas técnicas especializadas y coordinadores o gestores de dichas tareas, históricamente, la empresa se ha centrado más en esas primeras tareas técnicas. Y el discurso popular ha sido que cuanto más supieras de esas cuestiones especializadas, mejor. Más diferencial resultabas de los demás. Sin embargo, nadie tenía en cuenta que esa tecnificación (saber mucho de una tecnología o herramienta, por ejemplo), muchas veces dificulta el cambio a otro área técnica.

¿Quiere eso decir que no debo aprender tecnologías? No, desde luego que no. Lo que digo es que no debemos perder el prisma generalista nunca. Yo llevo desde los 18 años tratando de ser generalista, pero a la par, especializarme en los proyectos que participo. La visión transversal ayuda a la especialización también. Y, creo que en esta dirección solo hay un sentido, como dirían nuestros amigos/as físicos/as: la generalidad te lleva a la especialización; la especialización creo que no te lleva a la generalidad.

La perspectiva de la formación generalista y continuada a lo largo de la vida, espero que cale pronto en nuestro alrededor. No debemos olvidar que España está a la cola en cuanto a transformación digital de las organizaciones, por lo que es probable que el efecto aquí todavía no se haya hecho notar mucho. Para el tema tratado en este artículo incluso puede ser bueno; más tiempo tenemos para empezar a construir nuestro futuro. Un devenir, que pasa inexorablemente por aprender a orquestar bien, a razonar de forma abstracta, a identificar bien los problemas y la gestión del tiempo, y luego aplicar nuestros conocimientos técnicos.