La ruta que les proponemos hoy ofrece una oportunidad única para descubrir una de las comarcas más desconocidas y despobladas de Euskadi: la de los Valles Alaveses. Y hacerlo en familia, en una jornada matinal y otra vespertina con visitas a la denominada ruta de los castillos, incluido el de Portilla, enclave protagonista de la historia del herrialde alavés, y al Jardín de Santa Catalina, paraíso de los amantes de la flora y la naturaleza.

Desde Turismo Euskadi se sugiere empezar desde el concejo de Portilla/Zabaleta, perteneciente al municipio de Zambrana. Desde allí se emprende una pequeña ruta de apenas cinco km siguiendo el sendero SL-A 34, que nos lleva a conocer el castillo, un importante recurso histórico y turístico. Hoy en día parte se ha recuperado con pasarelas y paneles con “el fin de que el visitante se informe de la importancia de este enclave”.

El castillo de Portilla/Zabaleta parece ser que se construyó en la primera mitad del siglo XI como medio para fijar su autoridad sobre suelo alavés, dentro de un proceso general de expansión y fortalecimiento del reino de Pamplona en el condado de Castilla. Antaño villa defensiva, lo protegían grandes murallas y su singularidad proviene de que “sirve de elemento icónico” para el escudo de Araba. Alcanzarlo nos deja disfrutar de los restos de la torre central, de un aljibe y de vistas espectaculares.

Aunque no forme parte de la ruta propuesta, existe la posibilidad de ampliar esta visita a los castillos de la zona con una ruta circular –de 15 kilómetros y que conecta Portilla, Ocio y Berganzo– que se amplía hasta el castillo de Lanos, en Ocio, que controlaba en su día el paso del río Inglares.

El jardín

Ya por la tarde y tras reponer fuerzas o bien en modo picnic o en restaurantes como el de Berantevilla, espera el Jardín botánico de Santa Catalina, construido entre las ruinas del monasterio homónimo. Allí nos aguardan cerca de 1.000 especies diferentes procedentes de los cinco continentes. Se conservan, además, aljibes y restos del palacio, las entradas al foso y al coro de la iglesia y las terrazas construidas por los agustinos para el cultivo de la vid y el huerto.

El jardín, que combina árboles milenarios con plantas fascinantes o curiosas flores que cambian dependiendo de la estación e incluso del día, convierte cada visita en una experiencia viva y “un juego perfecto entre naturaleza e historia”, explican desde Euskadi Turismo.