Un 8 de marzo de este 2024, una vez conocida la retirada de Rafael Nadal de Indian Wells antes de iniciarse el torneo, Novak Djokovic abrió los ojos al mundo y propinó un golpe de realidad al seguidor cuando advirtió que estaba cerca “el final de una era” en el tenis que había llegado a ser espectacular e inigualable. Desde hacía algún tiempo, desde que se lesionó en el psoas en el Abierto de Australia del 2023, los comunicados de renuncia fueron más habituales que las presencias en los torneos del balear, ganador de veintidós Grand Slam. Djokovic lo vio venir. Sin Roger Federer, retirado un año antes, y con Nadal condicionado por los contratiempos físicos, sin síntomas de mejora y abocado al adiós, el cierre de uno de los ciclos más apasionantes de la historia daba sus últimos coletazos. “Es el final de una era”, lamentó el balcánico. “Sabemos que esos momentos llegarán para todos nosotros. Cuando realmente vienen y entiendes que eso es todo. Roger terminó su carrera, Rafa y yo, probablemente no vamos a jugar mucho más”, dijo el serbio.
Federer dijo adiós en una Laver Cup. Ahora, Nadal anuncia que la Copa Davis, las finales de noviembre, será su última vez, su último servicio oficial, en competición, de su carrera. Justo el año en el que Djokovic, el tenista con más títulos de siempre, ha empezado a asumir, también, su declive. Es el serbio el que se mantiene vigente pero transita por este 2024, casi por primera vez, sin haber triunfado en Grand Slam alguno, resignado a la preponderancia que han adquirido Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, que se han repartido los cuatro grandes del año. El oro logrado en París es el principal bagaje del jugador que más tiempo ha sido número uno del mundo. Pero ya no es como antes. El dominio que ha mantenido el Big Three durante tanto tiempo se desmorona. Federer, Nadal ahora y pronto, Djokovic.
El tiempo ha terminado por absorber y derribar una era que parecía intratable. De dominio absoluto de un grupo de tenistas, cada uno diferente a los otros, que ha dominado como nadie este deporte, que ha barrido registros que parecían inalcanzables. Que se han erigido en los mejores de la historia. Entre ellos se han repartido momentos memorables y han construido a lo largo de veinte temporadas unas rivalidades incomparables. Nadal y Djokovic han jugado entre ellos 59 partidos. Casi la mitad, 29, fueron en una final. Treinta del total los ganó el serbio. Una victoria más que Nadal. La última vez fue en cuartos del Roland Garros de 2022, el último Grand Slam que ganó el balear. Nadal y el suizo llegaron a disputar 40 cara a cara. 24 los conquistó el balear. 16, Federer. 24 fueron en la lucha por un título. En 50 ocasiones el suizo se enfrentó a Djokovic. El serbio salió ganador en 27. 23 los ganó el helvético. 20 citas entre ambos fueron con un título en juego.
Nada hacía pensar que la autoridad en el tenis de la terna duraría tanto tiempo. Federer, Djokovic y Nadal mantuvieron el tipo a pesar de la irrupción de nuevas generaciones, de tenistas talentosos que carecieron de la continuidad de estos tres monstruos. Solo el británico Andy Murray dio la sensación de poder tener un espacio junto a ellos. El argentino Juan Martín del Potro fue víctima de las lesiones. Su estrella se apagó pronto. El balear, el suizo y el serbio frustraron las intenciones de tipos como el alemán Alexander Zverev, el austríaco Dominik Thiem, el griego Stefanos Tsitsipas o el ruso Daniil Medvedev, que disfrutaron de un protagonismo ocasional, mínimo, en algún momento. Pero no dio la sensación de que ninguno fuera capaz de arrebatar el trono a ninguno de ellos. Ha sido recientemente, con la frescura de Alcaraz y Sinner cuando el dominio del Big Three se ha empezado a tambalear, cuando el final de una era parece más real que posible.
Dominio brutal
Y es que el dominio de Federer, Nadal y Djokovic ha sido brutal. Desde que el suizo irrumpió en el circuito en 2003 con su primer Wimbledon, el Big Three acaparó los premios. Ese año fue el último con los Grand Slam repartidos. Andre Agassi ganó el Abierto de Australia, Juan Carlos Ferrero en Roland Garros y Andy Roddick el Abierto de Estados Unidos mientras Federer triunfaba en el All England Club. Después, la mayoría de los éxitos en los torneos mayores han sido monopolizados por la histórica terna. Tras Federer llegó Nadal y poco más tarde Djokovic.
Durante dos décadas, 65 de los 79 Grand Slam disputados –en 2020 no se disputó Wimbledon por el covid– fueron ganados por alguno de estos tres jugadores. Djokovic cuenta con veinticuatro majors; Nadal cierra su carrera con 22. Federer acabó con 20. Solo catorce Grand Slam fueron, durante veinte años, para otros: Andy Murray y el suizo Stanislas Wawrinka ganaron tres; Carlos Alcaraz dos en esas dos décadas aunque ya acumula uno más; el resto estuvieron más repartidos: los argentinos Juan Martín del Potro y Gastón Gaudio, los rusos Marat Safin y Daniil Medvedev, el croata Marin Cilic y el austríaco Dominik Thiem. En ocho de las temporadas incluidas en esos cuatro lustros el Big Three acaparó los premios de los cuatro grandes. En nueve cursos se impusieron en tres.
En el inicio de 2024, la consolidación de Alcaraz y Sinner, que ya cuentan con éxitos en torneos del Grand Slam y que han llegado a la cima del ranking ATP, al número uno del mundo, ha confirmado que el giro en la historia del tenis es una realidad. Una nueva rivalidad, entre el murciano y el transalpino, acapara los alicientes del circuito. Atrás quedan los cara a cara entre Nadal y Djokovic, entre Nadal y Federer, entre Djokovic y Federer. Nada será igual.