ENCUENTRO un fondo musical en todo este follón de la fallida investidura de Pedro Sánchez: la Balada de Mack el Navaja de La ópera de los tres Ccentavos me ronda por la cabeza. Kurt Weill y Bertolt Brecht, autores de la música y el libreto, eran dos rojos de cuidado y su opereta, la más representada en Alemania... hasta que llegaron los nazis al poder en 1933. Entonces no les quedó otra que salir pitando al exilio, donde siguieron triunfando en el cine, el teatro y las artes escénicas.

Brecht, comunista hasta el final, regresó tras la guerra a su demediado país, yendo a vivir a la Alemania del Este, donde ejerció de gurú intelectual; aunque, si se me permite decirlo, resultó un pensador superficial. Puestos a agradecerle algo próximo, conste que escribió una famosa canción dedicada a la Bill’s Tanzhaus, inspirada en una supuesta sala de baile en Bilbao. La ópera de los tres centavos es una crítica marxista al mundo capitalista. Destaca del libreto su tantas veces citada y celebrada: “¿Quién es un criminal mayor? ¿El que roba un banco o el que lo funda?”. Y así todo el texto, envuelto en humor y escarnio, pesimismo y parodia.

Unidas Podemos había construido una imagen propia de tipos hipnotizados con cada soplo de teoría. Populistas los llamaron; es decir, personas que creen en los derechos, sabiduría o virtudes de la gente corriente. Pero eso fue al comienzo. Una vez asentados en sus poltronas, se mostraron como políticos acomodaticios con más maquinaria que ideología. Pedro Sánchez es un caso de estudio. Si finalmente consigue la presidencia del Gobierno, podrá con razón alardear de haber vivido tres apoteosis en tres años de vida: alcanzar la secretaría general, perderla y recuperarla; triunfar en la moción de censura y en las elecciones; y finalmente la presidencia por elección. ¿Cuántos políticos pueden jactarse de semejante palmarés? Pero Sánchez necesita de alianzas que hoy por hoy ni tiene ni parece querer. Si prestamos atención a los dirigentes socialistas veteranos, el partido de Pablo Iglesias formando parte del gobierno español habría sido una combinación de peligro doméstico, calamidad deseable, un adversario de la amistad, una tentación natural y un castigo inevitable.

Con la cabeza vendada Además, para los dirigentes actuales, el precio pedido por apoyar al candidato Sánchez estaba más allá de la capacidad de pago de los socialistas. Así que en el debate parlamentario Iglesias y Sánchez se pegaron a base de bien y en lugar de un debate razonado todo acabó en mutuas acusaciones de inestables, agresivos, mentirosos o materialistas. Todo ello sin presentar pruebas. Y es bien sabido que lo que puede afirmarse sin pruebas puede rechazarse sin pruebas. De manera que nos quedamos sin saber lo que realmente ocurrió en las negociaciones. Como no se penaliza el engaño político, cada uno salió por la puerta del hemiciclo aparentemente indemne pero dando la impresión de alguien que va al dentista y sale con la cabeza vendada. Como para pensar que las cuestiones políticas entre Iglesias y Sánchez se han convertido en causas personales. Protestar contra la incapacidad de Pedro Sánchez para formar gobierno es como aporrear una puerta abierta. Pensar que Pablo Iglesias salió reforzado del debate es pura benevolencia, pues ha dado muestras de ser persona más adecuada para soportar una crucifixión que para inspirar una resurrección.

En esos tiempos no se vive en el columpio del azar. Es imposible querer los resultados sin hacer lo necesario para conseguirlos. Sin embargo, la mayoría de los políticos no están dispuestos a pagar el precio del acuerdo ni, lo que resulta más llamativo, el del desacuerdo. Estamos hablando de gente siempre apresurada pues su vida consiste en abrirse camino para luego atornillarse en su escaño o puesto. Esta paradoja hace posible lo imposible, como los revolucionarios franceses observaron: un jacobino (populista de la época) una vez ministro no será un ministro jacobino.

Si Pedro Sánchez atendiera esa observación, sería posible un nuevo intento de formar gobierno con el partido de Iglesias, porque -nueva ventaja para los socialistas- los podemitas quedarían atados acríticamente con esa alianza. Iglesias y los suyos han aprendido a estas alturas que “Cuando las penas acechan, no lo hacen como espías solitarios, sino como batallones” (Hamlet), por lo que resultaría difícil complacerse en un programa de resistencia cuando se carece de recursos para resistir. Las crecientes tensiones con Izquierda Unida y entre notables de la propia Unidas Podemos son buena prueba de ello.

Una cama de clavos En cuanto a la oposición del bloque de las derechas, su creciente convergencia ideológica, que constituye su verdadera fortaleza, resulta por el momento insuficiente para conseguir un cambio de gobierno. Puesto que unas nuevas elecciones llevarían a una situación de incertidumbre mayor sobre su propios resultados, la nueva CEDA (Confederación Española de Derechas Alienadas) seguirá en sus trece reprochando a un eventual gobierno socialista el hacer concesiones a Podemos, ERC, PNV, Bildu, Compromís. Estas formaciones tienen pendiente dar un carácter polifónico a su apoyo parlamentario, no siendo bastante su imagen pública de frente disperso anti-derechas. Para conseguir el apoyo de quienes apoyaron en su día la moción de censura, el PSOE debe comprender que pretender conservar prerrogativas inconciliables con quienes les apoyarían es perder las ventajas propias de la actual situación. De otro modo la gestión de gobierno se convertiría en una cama de clavos.

Bertolt Brecht, en La ópera de los tres centavos, conduce al protagonista por un camino de enredos, deslealtades y traiciones. A punto de ser colgado en la horca, Mack el Navaja es perdonado y le conceden un título, castillo y pensión. ¿Quién dijo que no existe un final feliz para las óperas políticas?