En una época en la que el campo de batalla de los héroes de la generación son las redes digitales, las hazañas más importantes acontecen, como siempre, en el mundo real y con total discreción. Hasta el punto de que el héroe ni siquiera es consciente de su valentía. En una calle en el entorno de Garellano, en apenas 50 metros, hay tres bares cuya trayectoria es antagónica. Están situados en la misma acera. Dos de ellos a un lado de Sabino Arana, en una zona con más actividad hostelera. El tercero está más apartado. En los últimos seis o siete años, este último ha cerrado y abierto en varias ocasiones. Hace unos días volvió a levantar la persiana. Uno de los otros dos cerró durante la pandemia. Desde entonces ha abierto y cerrado al menos otras dos veces. También ha reiniciado su actividad recientemente. Al tercero le ocurre todo lo contrario. El dueño se quiere jubilar y no puede. Tiene desde hace tiempo un cartel de ‘Se vende’. Pero el hombre sigue en el tajo. Cuenta que lleva tantos años allí que ha visto cómo construyen y derriban el scalextric de Sabino Arana. El bar resiste con su capitán en el puente de mando, supongo que porque no le salen los números para colgar la chapa. Al pasar la otra semana por la zona he recordado que hace un par de meses me crucé en la calle con uno de los chefs más reconocidos de Bilbao, hablaba con otro hombre y le dijo: “¿Has abierto tu propio negocio? Tío, eres un héroe”.
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