¿A qué todos ustedes sabían que hoy es el día de la salud? ¿A qué sí? Porque, desde luego, el día de tapar agujeros no parece. Y eso que no hay quien se resista ante el ofrecimiento de un décimo del sorteo de Navidad. ¿Lo compramos por ilusión? ¿Por alegría? No. Por eso se compra un décimo. Los demás se compran por envidia. Así que coges en la frutería, en la panadería, en el bar, en la oficina, en el club del jubilado aunque tengas 45 años... Pero ahí no acaba la cosa. Llevamos comprando boletos desde el verano. Ocurre igual que en las tiendas de chinos que vas un 15 de agosto y ya tienen decoración navideña. Así que acudamos donde acudamos de viaje por la geografía española, siempre terminamos trayendo lotería de allí por aquello de que si toca donde hemos estado, y no llevamos nada, se nos queda cara de g... Alguna vez sospeché que eso del Gordo era un montaje. Que eran todos actores. Gente dando saltos, descorchando champán y gritando ¡Oéé! ¡Oéé! ¡Oéé! en pueblos de nombre impronunciable. No hay más que ver cómo se comportan los agraciados. No es natural. Si tienes un boleto canjeable por 400.000 euros, yo, desde luego, lo custodio con un rifle, no me lo pongo de peineta y lo expongo a todas las teles del planeta. Este año, y tampoco es una novedad, ha habido alguien muy listo que sabía que le iba a tocar seguro. Sabía hasta el importe. Es la Agencia Tributaria. A esa le toca siempre.

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