VOTARÉ no a Sánchez porque por encima de mis intereses personales y los de mi partido, están los de Canarias y los de este país (España). Ni soy facha, ni Juana de Arco". Ana Oramas, que lleva haciendo carrera política en Coalición Canaria desde 1979, y diputada en el Congreso desde 2007, se erigió en heroína del constitucionalismo de derechas al desautorizar a su formación y someterla a una nueva crisis interna que hace poco ya le costó una escisión. "Está encantada de sí misma y de su popularidad en las redes y en Madrid", le acusan incluso desde el centro ideológico de la fuerza insular, abrigada eso sí por el núcleo tinerfeño y meses después de que, en el púlpito de Jiménez Losantos, soltara hasta diez mentiras en una entrevista de cinco minutos: ni estuvo once años como alcaldesa ni lo fue siempre por mayoría absoluta, ni supo dar la tasa de paro de su tierra, ni acertó en la defensa del presidente canario Fernando Clavijo por el caso Gruas, entre otras. Lección de coherencia y pundonor rezaban titulares que han regalado los oídos a esta dirigente cuyo tío fue amigo personal de Juan de Borbón y miembro de su Consejo Real en Estoril y a cuyo abuelo el gobierno de Primo de Rivera le otorgó la explotación de una línea de guaguas. Que lo de la disciplina de partido debe ser cosa de rojos, terroristas y separatistas. Su posterior perdón y llantina debieron ir acompañados, al menos, del amago de dejar su cargo en manos de los suyos.

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