A convocatoria anunciaba que Aitor Elizegi realizaría un balance de la temporada y se sometería a las preguntas de la prensa. Y así ocurrió. El problema fue que sus valoraciones fueron en mucho casos ininteligibles, cuando no contradictorias, y que no respondió a bastantes de las preguntas concretas que le hicieron. La hora y pico que duró el acto tuvo un arranque que por sí solo da una idea del nivel de la comparecencia: aseguró Elizegi que a la mañana había pensado un término que resumía su impresión sobre la trayectoria del equipo, pero que desconocía cómo se decía en euskera. “Agridulce” era la palabra en cuestión, que tuvo que traducirle allí mismo el periodista que le había interrogado. Por lo visto, no tuvo ni tiempo ni asesores suficientes para preparar su discurso. El cuarto de hora siguiente discurrió por similares derroteros, su alarde de desconocimiento y osadía constituyó una afrenta para cualquier vascoparlante. Sería más cabal y respetuoso que un presidente del Athletic se expresara solo en castellano, por la misma razón de que sería inadmisible que lo hiciese en este idioma de forma tan deficiente.

Las cuestiones que le plantearon eran las previstas, aunque Elizegi contestó manzanas traigo con una admirable frecuencia, lo cual provocó que se repitiesen varias de ellas (las preguntas) con parecido resultado. Aprovechó, eso sí, para intercalar una serie de mensajes discutibles o directamente surrealistas, consignas y frases hechas en la línea que le caracteriza desde que pisó Ibaigane. Por ejemplo, afirmó que la temporada había constado de quince meses, pues estableció su inicio en marzo de 2020. Un argumento que, aparte de inexacto, omite que la plantilla del Athletic dispuso en el verano, entre la campaña anterior y la recién acabada, de un margen para cargar las pilas claramente más amplio que el de muchos de sus competidores o que el equipo solo jugó dos partidos más que en el año completo de Garitano. También sostuvo que la liga había durado diez meses y fueron ocho, seis si se considera el nivel competitivo exhibido en septiembre y mayo, pero bueno.

Aseguró no saber qué fichajes barajaban Alkorta y Marcelino, al mentarle a Moncayola y Javi Martínez. Y añadió que Marcelino estaba “muy contento” con la plantilla que se encontró. Ante la perplejidad de la sala, Elizegi admitió que el técnico había solicitado una drástica reducción del plantel, para a continuación vanagloriarse de que se habían “apuntalado puestos de futuro”, observación cuyo significado real es un misterio.

Hubo un capítulo dedicado a Joseba Etxeberria, que ayer mismo contaba en estas páginas cómo y por qué se ha ido de Lezama. A Elizegi le pilló de nuevo con los deberes sin hacer, dijo no haber leído la entrevista y acaso esa fuera la razón que le impulsó a negar el contenido de algunas de las declaraciones de Etxeberria, como la referida a la falta de diálogo directo entre él y Marcelino. “No me consta, lo que he vivido es lo opuesto”, soltó y se quedó tan ancho. Liquidó el asunto con el deseo de que los caminos de Etxeberria y del Athletic se crucen en el futuro, una posibilidad que él y su directiva frustraron, pese a la recomendación de Alkorta, en pleno debate interno sobre la continuidad de Garitano, posibilidad que en su momento a Etxeberria le fue sugerida como viable.

Tampoco tuvo desperdicio su análisis económico. Cifró en 100 millones las pérdidas, más de la mitad por culpa de la pandemia. Sorprendente cuando el Madrid, entidad de una dimensión muy superior, reconoce que ha dejado de ingresar 200 millones. Remató con la siguiente aseveración: “Vamos a dejar el club mejor colocado de lo que lo encontramos”. Definitivamente, Elizegi no deja espacio para el comentario, ni siquiera uno agridulce.