CONSUMADO lo previsto -que Pedro Sánchez no saliera investido en primera votación- a los protagonistas de la chirigota les convendría echar sus cuentas, en la parte que pretende un gobierno alternativo, porque las del tridente son claras y las han materializado allá donde les dan. Empezando por Sánchez, para alcanzar la posibilidad de ser presidente ha necesitado una movilización del electorado que difícilmente se va a repetir en noviembre si esto acaba en fiasco mañana. Esa movilización le ha evitado reproducir la tragedia andaluza pero no que el tridente nacional-derechista gobierne autonomías y ayuntamientos. Ha medrado por el centro, pero también en términos de voto útil que le ha quitado a Unidas Podemos. No sé si el votante está para volver al partido de Iglesias, pero tampoco si aún ve utilidad en Sánchez, visto el fiasco que amenaza. Pablo Iglesias también tiene que entender que ha perdido utilidad para sus votantes. Cuando aprieta la amenaza de la derecha, los ideales necesitan suelo firme y su propuesta resulta gaseosa. Los nacionalistas vascos y catalanes no pueden seguir siendo los convidados de piedra. Suman 32 escaños que pueden dar una estabilidad no al presidente sino a sus políticas. No se pueden tener sus votos en barbecho hasta que hagan falta porque, si se mantienen en el congelador hasta entonces, lo lógico es que cuando vayas a buscarlos te reciban con frialdad. El PNV ha dejado claro que los suyos están para ser negociados. EH Bildu que los suyos están para lo que diga ERC; estos, que están dispuestos a bajarse del monte en el que acampa JxCat. Arriésguese, señor Sánchez. La política se hace en la legislatura, no en las urnas.