COMPRENSIBLE la irritación de muchos y buenos profesionales de la educación y de la radiotelevisión públicas vascas. Es un improperio tan flagrante y manoseado el del Partido Popular con su teoría de la frivolización del terrorismo de ETA que da para cabrearse. Yo recomendaría desentenderse del reproche. Es el que ha traido al PP a la situación sociopolítica de farolillo rojo del pelotón electoral. Se ve que sigue el shock y los palos, de ciego, se dirigen hacia donde solían encontrar magro en un pasado tan remoto que la insistencia de los populares roza la irresponsabilidad de alimentar el hastío y el distanciamiento social de una realidad que no debe olvidarse. Porque, como dejó en evidencia el informe presentado ayer por Jonan Fernández, el sufrimiento de muchos cientos de concejales visibles o anónimos ha sido muy real. Por eso merece mejor suerte que la apropiación que practica este PP descarriado. En el aniversario de un crimen tan execrable como el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, no debería repetirse un error que convirtó aquel “espíritu de Ermua” en un sentimiento desinflado por la exclusividad con la que pretendió gestionarlo el llamado constitucionalismo. Todos recordamos la ira y la tristeza de aquellos días. Una rabia que siguió al dolor por una exigencia desoída por ETA, que fue un clamor social sin siglas. Una exigencia de vida que la banda negó. Pero también recordamos el sentimiento de habernos visto arrastrados en nuestra sincera repulsa y exigencia cívica hasta hacerla encallar en las orillas de una utilización política de ese impulso social. No repitan el error. Acompañen a esta sociedad hacia su futuro. No intenten anclarla a aquel pasado.