Junio terminará siendo el mensis horribilis de Surio, el peor mes de su desdichado mandato, con una audiencia del 7,6% en ETB-2, la mitad de lo que heredó justo hace dos años. Hasta ahora, el punto más bajo al que había caído la cadena en castellano era el 7,9%, en octubre de 2010. Cuando los hombres de López se jactaban de que el rechazo social a su gestión había tocado fondo y que los niveles de aceptación comenzaban a remontar, acontece este baño de realismo que echa por tierra sus previsiones y consolida su debacle directiva y política. La sensación general es que el actual modelo, comisariado en informativos y poco ingenioso en programación, es un fiasco y que, definitivamente, la entente audiovisual PSE+PP se ha derrumbado en sus cálculos, de lo que se deduciría la necesidad de promover dimisiones de alto nivel. El cese de Idígoras taponaría de alguna manera la caída de su director general; pero Basagoiti, que tiene mando en plaza, no está por la labor de sacrificar a uno de los suyos.
Socialmente batida, la dirección de ETB ha desarrollado en los últimos meses una intensa campaña de propaganda a través de los medios afines -Vocento, El País y El Mundo- con el objetivo de acreditar la supuesta mejoría de su proyecto. En un enfático reportaje de dos páginas, El Correo Español afirmaba la pasada semana que "la calma llega a EITB" y añadía que "el repunte de la audiencia genera una paz interna", trazando una imagen estupenda de nuestra televisión a partir de los datos coyunturales de El Conquistador y la campaña del 22-M. Pero tal recuperación es una fábula y junio ha revelado con sus inapelables cifras que ETB vive hoy sus horas más dramáticas.
Surio es a EITB, lo que López es al Gobierno Vasco, la misma fatalidad: dos ilegitimidades paralelas, dos gestiones superadas, dos ineptitudes manifiestas, dos lastres para Euskadi, dos espejismos, dos virtualidades sin futuro. Uno seguirá en el cargo tanto como aguante el otro. López ha perdido las elecciones; Surio también, además de la mitad de la audiencia.