Soy profesor de instituto de Lengua y me encanta ayudar a mis estudiantes a conocer más a fondo el castellano y a disfrutarlo. Me dedico a ello con esfuerzo e ilusión. Sin embargo, hace tiempo que a final de curso siento un regusto amargo que, además, se va incrementando año a año. 

Es innegable que los alumnos usan cada vez peor el idioma. Los profesores asistimos alarmados a un proceso degenerativo contra el que nos resulta muy difícil luchar, más aún cuando hay leyes educativas que no parecen buscar la mejora de la educación ni de la sociedad, sino disimular el desastre cultural que se está produciendo. No conozco a ningún compañero que niegue ese deterioro lingüístico cada vez mayor. Y no pienso en saberes inútiles: en mi asignatura contemplo cómo el bagaje cultural de los adolescentes va mermando, sí, pero también compruebo cuánto se ha reducido su capacidad de expresarse; descubro que palabras de un registro absolutamente normal les parecen términos incomprensibles; me doy de bruces con la realidad cuando leo con ellos cualquier texto, porque a cada paso hay que ir intercalando aclaraciones que matan la actividad… 

Por todo esto, que la RAE lanzara hace pocas semanas una denuncia pública de la preocupante situación en la que nos encontramos ha supuesto un importante refuerzo positivo. Era necesario: aunque continuaremos luchando por una sociedad capaz de expresarse y de pensar y con un cierto nivel de cultura, este oficio está poniéndose muy difícil. Desde las trincheras, gracias.