ROPEZAMOS en la vieja piedra del debate retórico. La energía la disfrutamos y la padecemos, la generamos y muchas veces la malgastamos, pero siempre habrá quien pretenda hacer negocio con ella o ideología en torno a ella. Ahora, quienes no han dedicado un minuto a garantizar la demanda social e industrial gasta electricidad, por cierto, para echar chispas en redes sociales desde el reduccionismo de agitar el oligopolio privado -malo- como si el monopolio público -bueno- fuera eficiente o sostenible. Un discurso ideológico que no ha creado un solo kilovatio ni ha rebajado un céntimo su precio.