El premio Nobel de Economía Paul Krugman, entre otros, había incidido recientemente en esta preocupación insistiendo en que "en una economía del saber, muchas actividades rentables eligen implantarse en una gran metrópoli". Y es que era aquí, en las metrópolis, en donde hoy día parecía desarrollarse la pugna de nuestra modernidad, en otras palabras, el sentimiento de un destino común propio del desarrollismo urbano y las millonarias aglomeraciones ciudadanas. En esta nueva especie de gigantismo jurásico se unen las demandas más espectaculares: urbanismo internacional más innovador, espacios skyline en una vista equilibrada y armoniosa, áreas de actividades económicas mejor conectadas del mundo, atracción de los más destacados talentos, generación de muchas decenas de miles de empleos para la economía de la región. Y todas estas expectativas deslumbran a los propios Gobiernos y a su destino ante ellas. Nuestro caso más cercano es la dualidad Madrid-Barcelona.