LOS datos del paro registrado en agosto facilitados ayer por el Ministerio de Trabajo invierten la tendencia positiva que se inició con las contratataciones previas a Semana Santa al final del primer trimestre del año y cuestionan muy seriamente el exacerbado -y ahora se constata que infundado- optimismo que desde entonces tanto Mariano Rajoy como los miembros de su gobierno han venido tratando de extender en la sociedad. En realidad, el aumento del desempleo registrado en 8.070 personas y especialmente el descenso de 97.582 afiliados a la Seguridad Social en el Estado (1.795 parados más y 7.534 cotizantes menos en Euskadi) da la razón a quienes calificaban de inoperante para la creación de empleo el todavía exiguo crecimiento económico y exigían, frente a euforias electoralmente interesadas, mayores dosis de prudencia en base a la precariedad y temporalidad de los nuevos empleos, que afectaban a más de nueve de cada diez contratos. De hecho, apenas el 6,4% de los firmados en agosto tienen carácter indefinido y gran parte de ellos serían a tiempo parcial. Así que pretender ahora que el aumento del paro registrado se debe únicamente a la estacionalidad cuando esta no se valoró en el momento en que la tendencia era mínimamente positiva, esgrimir que el crecimiento del desempleo es inferior a la media de la última década o plantear que hay 270.853 parados registrados menos que hace un año en las mismas fechas, como han hecho los secretarios de Estado de Empleo, Engracia Hidalgo, y de Seguridad Social, Tomás Burgos, es ignorar peligrosamente -y de nuevo interesadamente- la realidad, de forma especial cuando los sectores más afectados por esta han sido nuevamente los de servicios e industria y cuando el incalculable problema social de la pérdida de prestaciones, que ya afecta a uno de cada dos parados, sigue creciendo. También en Euskadi, pese a que el desempleo y su enquistamiento sean notoriamente menores que en el resto del Estado, conviene seguir utilizando la misma cautela con que se acogieron, en contraste con la actitud del Gobierno Rajoy, los primeros datos favorables allá por el mes de abril y posteriormente en junio, más que por la estacionalidad de los mismos por el enfriamiento de las expectativas económicas en algunos de nuestros principales mercados, como Francia y Alemania.