Dicen los tabloides británicos que, aunque se lo esperaba, Meghan Markle no pudo disimular su conocida mala hostia cuando el nuevo monarca, Carlos III, confirmó mediante una instantánea que la nueva familia real británica se reduciría a solo cuatro miembros: el propio Charles, la reina consorte Camilla Parker Bowles, y los nuevos príncipes de Gales, Guillermo y Kate Middleton. Ni ella ni, por supuesto, el príncipe Harry contarán con “labores oficiales”. 

Un enfado que también se desató en el seno de la familia real española cuando Felipe VI decidió nada más ascender al trono, en junio de 2014, apartar a las infantas y hermanas de la foto oficial (también a todos sus sobrinos). Afirman las malas lenguas que ni Elena ni Cristina han perdonado todavía dicho feo gesto a su hermano y a la todopoderosa Letizia. Porque junto con el rey y la reina, a día de hoy solo tiene asignación económica directa dentro de la familia Borbón la única persona que no luce entre sus documentos dicho apellido. Es decir, la emérita doña Sofía

Arenas movedizas entre las que camina en estos tiempos modernos una institución tan medieval como la monarquía, salvo excepciones como la británica, con una labor representativa más en entredicho que las disculpas de Iñigo Onieva. Por ello, y por adelgazar para siempre el enorme gasto que supone una casa real al estilo La tribu de los Brady, la reina de los daneses ha sorprendido a su país y al mundo al despojar del título de príncipes a partir del próximo mes de enero a los hijos de su hijo Joaquín, el segundón de los hermanos. Todo ello para “alejarles de cualquier obligación real para que tengan una vida lo más normal posible”. Lo que se traduce: en esta institución sobra gente, así que vamos a adelgazar la Corona para intentar sobrevivir. 

Una decisión que, como pueden imaginar, ha sentado peor que mal al príncipe Joaquín. “Nunca es agradable ver a tus hijos maltratados así”, ha llegado a exclamar ante los medios. Palabras inciertas, sin duda, porque Nikolai, Felix, Henrik y Athena ya gozan en realidad de sonados privilegios por el simple hecho de pertenecer a la Casa de Glücksburg. Como también se pegan la vida padre Froilán y Vic, o los propios duque de Sussex. Porque no es lo mismo apellidarse Guzmán, García o Martínez, que Windsor o Borbón.