Cuando bajan las temperaturas, los neumáticos se vuelven uno de los componentes más decisivos para la seguridad del coche, pero también uno de los más olvidados. Aunque muchos conductores se centran en el anticongelante o en la batería, los expertos coinciden: el neumático es lo que realmente te mantiene pegado al asfalto. Y la llegada del frío puede modificar completamente su comportamiento.

Mientras la mayoría revisa el anticongelante o el estado de la batería, pocos son conscientes de que la goma es el único punto de contacto con el asfalto y que, cuando el termómetro baja tanto, su comportamiento cambia por completo. Por debajo de los 7 ºC, los neumáticos de verano pierden flexibilidad, el caucho se endurece, disminuye el agarre y aumenta la distancia de frenado, un fenómeno demostrado en estudios de la European Tyre and Rubber Manufacturers’ Association. En carreteras frías, mojadas o heladas, este endurecimiento puede provocar deslizamientos inesperados y aumentar el riesgo de aquaplaning incluso en coches en perfecto estado.

El gran “olvidado”

Además del desgaste, existe un aspecto que muchos infravaloran: la presión del neumático. Cuando la temperatura baja, el aire se contrae y la presión desciende, algo que puede comprometer seriamente la seguridad. Cada caída de diez grados puede suponer alrededor de 0,1 bar menos, lo que significa que un neumático correctamente inflado en octubre puede estar muy por debajo de lo recomendado en pleno diciembre. Un neumático con poca presión consume más combustible, se desgasta peor, necesita más distancia para frenar y aumenta el riesgo de reventón.

Hombre hincha los neumáticos de su coche. Freepik

También pierde estabilidad en curvas y complica la conducción en lluvia. Por ello, los profesionales aconsejan revisar la presión cada dos o tres semanas en invierno y siempre antes de viajes largos o zonas de montaña. La falta de presión es silenciosa pero puede comprometer más la seguridad que cualquier otra avería invisible.

Por qué los neumáticos de invierno pueden marcar la diferencia

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En zonas donde el frío es constante, la Dirección General de Tráfico recomienda el uso de neumáticos de invierno, compuestos que mantienen su elasticidad incluso cerca de los 0 ºC. Estos modelos mejoran de forma notable la tracción en carreteras frías, el frenado en mojado y la estabilidad en nieve ligera. Sus laminillas y canales profundos facilitan la evacuación del agua, reduciendo el riesgo de aquaplaning. No sustituyen a las cadenas en la nieve, pero sí ofrecen una ventaja clara en el día a día, sobre todo en ciudad y en tramos de montaña donde el pavimento todavía sigue húmedo o helado. Además, utilizar el neumático adecuado evita desgastes prematuros y mantiene la eficiencia del coche durante toda la temporada de frío.

En definitiva, revisar los neumáticos antes del invierno no es un mero trámite, es una medida de prevención clave para la seguridad vial. Asegurarnos de que tenemos una buena presión, comprobar el desgaste, vigilar grietas que se puedan crear por el frío y valorar el cambio a neumáticos de invierno puede evitar accidentes y mejorar notablemente el agarre en las situaciones más difíciles.