El exceso de velocidad siempre se cuela en lo más alto entre las infracciones cometidas al volante, por más campañas de concienciación que se hagan y por más que esté clarísimo que se trata de un factor de riesgo de accidente que puede acabar con lesiones graves o incluso en fallecimiento.

Así lo ha advertido recientemente la Comisión Europea a través del Observatorio Europeo de Seguridad Vial, que ha presentado un informe temático sobre la influencia de la velocidad en la seguridad vial. En él se destacan datos como que el 67% de los europeos reconocían haber conducido a más velocidad de la permitida en los últimos treinta días.

Todo ello tiene su repercusión, porque diversos estudios calculan que entre el 10 y el 15% de todas las colisiones y el 30% de las colisiones mortales son consecuencia directa del exceso de velocidad (conducir más rápido de lo permitido) o de una velocidad inadecuada (teniendo en cuenta la situación del tráfico, las infraestructuras, las condiciones meteorológicas y otras circunstancias especiales).

¿Por qué corremos?

Una vez conocido el riesgo que entraña, ¿por qué tanta gente sigue saltándose los límites? Diferentes estudios apuntan a cinco motivos principales. El primero es igualarse al tráfico. Los conductores quieren conducir a la misma velocidad que el resto y subestiman la velocidad a la que van los demás, que en muchas ocasiones excede el límite de la vía. Otro motivo es tener prisa, algo muy frecuente entre los conductores que viajan por trabajo, y especialmente entre los hombres.

Disfrutar conduciendo es otra de las razones. Hay quienes sólo saborean esta experiencia si le pisan bastante al acelerador, principalmente los jóvenes, que presentan una actitud positiva a asumir riesgos y buscar sensaciones. Lo contrario, percibir la conducción como algo aburrido, también lleva a ir más rápido para quitárselo de encima lo antes posible.

La última razón es desconocer que se está conduciendo demasiado rápido, tanto por no saber cuál es el límite de la carretera como por no ser consciente de a qué velocidad se está circulando. Muchos conductores prefieren confiar en la evaluación subjetiva de su velocidad en lugar de mirar el velocímetro, lo que lleva a subestimarla, sobre todo cuando se lleva al volante un largo periodo de tiempo.

A todo ello se añade que las encuestas reflejan cómo el exceso de velocidad está más aceptado socialmente que otras infracciones de tráfico. El 14% de los europeos considera aceptable conducir a más velocidad en autopistas; el 11% superar el límite en carreteras rurales; y el 5% en zonas urbanizadas. Teniendo en cuenta que el 30% admite superar el límite en autopistas, el 70% en las zonas rurales y el 80% en entornos urbanos, queda claro que buena parte de ellos lo hacen pese a considerarlo inaceptable.

¿Qué se puede hacer?

Hay diferentes medidas. La primera es reducir los límites de velocidad, lo que conlleva una reducción de accidentes y de víctimas. Por ejemplo, rebajar la velocidad máxima de 90 a 80 km/h en Francia salvó 349 vidas en los primeros 20 meses de aplicación de la norma. Y en Toronto (Canadá) se evitó el 67% de las muertes de peatones al reducir el límite de la velocidad en la ciudad de 40 a 30 km/h.

Junto a ello sigue siendo efectivo realizar controles de velocidad. Los radares fijos reducen las colisiones un 20% de media, y los móviles, un 30%, y es importante que las multas lleguen y que el margen de tolerancia no lleve al conductor a minusvalorar el riesgo que corre. Además, las mejoras en las carreteras y las novedades tecnológicas y de seguridad de los coches, que informan de la velocidad máxima de la vía, junto al limitador de velocidad y el control de crucero, tienen una gran utilidad.

El problema de la credibilidad

Educar a los conductores para que cumplan los límites de velocidad es una tarea imprescindible, pero topa muchas veces con la falta de credibilidad de lo que perciben al volante. Es decir, que los límites de velocidad deben ser creíbles para ellos, que no se consideren ni demasiado altos ni demasiado bajos para un tramo de carretera, algo que se puede reforzar con estrechamientos de calzada, badenes, semáforos o rotondas. En este sentido, también sería práctico que los radares y controles se colocaran en lugares peligrosos o en momentos de riesgo.