HAY SEAT para rato. Es la primera conclusión que se extrae de las palabras de Wayne Griffiths, CEO de la compañía, en su reciente comparecencia en el Salón del Automóvil de Barcelona. El directivo acalla así los rumores que especulan con la posibilidad de que el grupo Volkswagen apueste más por la emergente y exitosa Cupra que por la casa madre que dejó en 2018. SEAT seguirá desarrollando su repertorio actual con la vista puesta en 2030, cinco años antes de la fecha de caducidad de los motores de combustión. Irá renovando y electrificando sus productos para fortalecer la buena sintonía con el público joven. A tal fin, baraja incorporar un cuadriciclo eléctrico a su oferta de movilidad urbana Mó, que ya propone patinetes y escúteres a batería.

Los temores en relación al porvenir que aguarda a la marca hispana se nutren de decisiones del consorcio alemán. A juicio de algunas voces, de dentro y fuera de la firma, en los últimos tiempos VW ha escatimado lanzamientos a SEAT, lo que frustra su progresión. El detonante que desata todos los recelos es el ‘caso Born’, producto programado inicialmente para ella y luego derivado a Cupra. No es la primera vez que un grupo industrial aplica la estrategia de “desnudar un santo para vestir otro” y apuesta por una de sus marcas en detrimento de otras.

La garantía de continuidad que ahora recibe SEAT tiene mucho que ver con el anuncio de una cierta relajación en las exigencias de la norma medioambiental Euro7. El probable aplazamiento de su entrada en vigor, de julio de 2025 a final de 2026, hace factible prorrogar la vida útil de productos contemporáneos más allá de la fecha inicial de vencimiento. Por ese motivo, en lugar de desaparecer, el León será remodelado y puesto al día para durar hasta el final de la década. Algo similar sucederá con el Arona y con el Ibiza. SEAT tiene que tomar una decisión respecto al Ateca y el Tarraco, modelos a priori condenados por los estrenos de los Cupra Tavascan y Terramar, a comienzos y mediados de 2024, respectivamente.