L próximo jueves se cumplirán 85 años del primer bombardeo planificado de Europa y segundo de todo el mundo. Durango, por desgracia, fue el pueblo elegido para tal masacre que ejecutó la aviación legionaria italiana del autócrata Mussolini durante la Guerra Civil en Euskadi. Veintiséis días después aconteció el ataque aéreo contra Gernika y pueblos limítrofes. A día de hoy, quedan personas que con escasos meses o años de edad sufrieron aquella desgracia que en la actualidad se repite en 20 países en conflicto. Dos personas que sobrevivieron a ello y sus consecuencias residen en Caracas, Venezuela. Se llaman Agurtzane Arteaga Bernaola y Trinidad Aguirre Bernaola, y son parte de una saga de conocidos alcaldes.

De esta familia también forma parte Pedro Javier Arriaga Aguirre, editor de la revista venezolana Jazoera, e hijo de María Teresa, fallecida hace dos años. “Mi madre era carlista, de Durango, reseña Arriaga a DEIA.

En una grabación familiar, la mujer detalla que cuando comenzaron los bombardeos en Durango salió disparada de su vivienda en Kalebarria, 14, segundo, derecha. “Tenía diez años y salí corriendo, volando por las escaleras. Al llegar a la calle sentí los chispazos y mucho ruido. Todos estábamos asustados y había muchos muertos. Quedaron marcas en la madera de la puerta del portal, donde había una carpintería que aún sigue allí”. María Teresa nunca negó los hechos ni que los fascistas lo hubieran llevado a cabo; sin embargo, como carlista que era llamaba a los izquierdistas “rojos rojitos”. Su madre -matiza su hijo Pedro- tenía la rabia dentro porque republicanos fusilaron a presos en septiembre de 1936 como venganza tras un bombardeo fascista no planificado que mató a milicianos en el frontón de Durango. “Mataron, entre ellos, a Félix Aguirre Duñabeitia -sastre de 34 años- y además anteriormente había encarcelado a su marido en Larrinaga de Bilbao, a mi padre, por gritos en contra de la Segunda República”. Curiosamente, en Venezuela se casaría con un republicano del PNV de Gernika. “Mi madre era muy vasca, impresionante. Defendía las tradiciones y el territorio. Tenía respeto por el nacionalismo vasco”, apostilla.

Tras el bombardeo, las mujeres de la familia decidieron refugiarse en una cueva de Mañaria, a escasos kilómetros de Durango, que, según la familia, estaba situada en el lugar donde a día de hoy se explotan las canteras Amantegi. Algunas de las mujeres tenían bebés. Entonces, cuando sacaron a secar los pañales lavados, se acercó un avión. “Yo tenía año y medio solo, pero siempre me han contado que nos tiroteó y nos bombardeó. Hoy creo que esa cueva ya no existe. Amantegi era tío mío. Y tuvimos la suerte de que la cueva tenía dos entradas y pudimos huir por la otra”, evoca la mañariarra Agurtzane Arteaga desde Venezuela.

Ella cuenta con otra anécdota más. “Cuando bombardearon Mañaria, mi madre del susto me tiró al río y luego un gudari me rescató del agua. Creo que esa es la razón por la que siempre he tenido miedo al agua”, agrega y va más allá en una apreciación sobre quien a la larga impuso 40 años de dictadura. “Franco, que Dios lo tenga donde lo puso, porque para mí en la gloria no puede estar. En mi caso lo tengo bien claro”, recalca.

85 años después de aquel episodio bélico que fue tan “traumático” -califican-, las primas Agurtzane Arteaga y Trinidad Aguirre continúan con vida en Caracas. Recuerdan, además, que en el bombardeo resultó herida una tía que estaba con las monjas de Santa Susana, cuando sufrieron las explosiones contra la iglesia y convento. “Mi madre -detallaba María Teresa poco antes de fallecer en el continente americano- ya nos avisó el día anterior que había oído por la radio que en Durango iba a pasar algo malo, que habían dicho que los durangueses se fueran preparando...”.