Las bicicletas son para el verano las bicicletas son para la guerra (o lo fueron)en algunas nóminas aparecen pagos a soldados del Euzkadiko Gudarostea con labores realizadas en bicicleta

La imagen aportada para la ocasión por Aitor Miñambres, director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro de Berango, tiene su origen en el Fondo Carlos Blasco Olaetxea. Este investigador asocia la temática de las bicicletas en aquel episodio bélico con un personaje de galones del republicanismo de la época, el entonces teniente coronel Gumersindo Azcárate Gómez. A este militar liberal nacido en Ezcaray en 1878, la sublevación contra la Segunda República le cogió siendo jefe del Regimiento Ciclista de Alcalá de Henares. De hecho, resultó gravísimamente herido al oponerse a sus oficiales que se posicionaron junto al bando de los generales golpistas. Azcárate, asimismo, como teniente coronel formó parte del gabinete militar del presidente Azaña. Fue ascendido a coronel por su coraje republicano y enviado a Euskadi para ocupar el cargo de inspector del Cuerpo del Ejército de Euskadi con el fin de instruir de las milicias vascas que presidió el lehendakari José Antonio Aguirre, con quien se conserva fotografías juntos.

El propio Gumersindo escribió: “Franco fue mi discípulo en la Academia Militar y sé que no me perdonará que le haya traicionado y me fusilará”. Su sospecha se cumplió. Según ilustra un pasquín de aquellos días que el Museo Memorial del Cinturón de Hierro conserva, el militar fue fusilado en el interior de la cárcel de Larrinaga, aunque otras fuentes ubican la ejecución en el paredón de Derio, como era costumbre. El titular del libelo fue: Muerte gloriosa del coronel Azcárate. Fusilado por los fascistas en la cárcel de ‘Larriñaga’ (sic) en Bilbao el 18-12-37. “El heroico defensor de Alcalá de Henares nombrado inspector de las fuerzas de Euzkadi pasó a Bilbao a ocupar su puesto cerca de la presidencia. Desde aquel momento con su claro espíritu, su elocuencia elegante y persuasiva y prudente firmeza de carácter, convivió con nuestro digno presidente José Antonio de Aguirre de quien fue amigo leal y compañero inseparable”, informaba sin tilde alguna.

El desarrollo del pasquín es interesante. Siempre según su contenido, por azares la guerra “el día de la caída de Santander, se le ordena su traslado a Valencia”, pero enterado del riesgo de los gudaris en Santoña se une a ellos haciendo suyo el deseo de Aguirre y es encarcelado junto a ellos en el penal de El Dueso. Trasladado a Larrinaga con la esperanza de un próximo canje, le comunican su pena de muerte tras un consejo de guerra sin garantías. Escrito con tono épico, relatan que “este militar lleno de espíritu republicano oye con serenidad y valentía su condena. A ruegos suyos se le concede el mando del piquete que ha de cumplir la sentencia y allí en el patio de la misma cárcel y antes de dar orden de ejecución dejó oír sus últimas palabras: Viva la República, Gora Euzkadi ‘Eskatuta’ (sic), Viva José Antonio de Aguirre”, le atribuyen, y dan paso a una valoración final: “Su pérdida se deja sentir sobre los valles más hondos y sobre las cumbres más erguidas de Euzkadi y su recuerdo ejemplar no solo perdurará sino que crecerá a través de los tiempos”.

El periódico jeltzale Euskadi dio la noticia del fusilamiento de Azcárate, “un militar que supo honrar el uniforme”, y que firmó su propia sentencia de muerte “con gran tranquilidad y preguntó al fascista: ¿Quién lo ha ordenado? El generalísimo Franco. Con un gran desprecio y al mismo tiempo con lástima, dijo: Decidle que le perdono. Confesó y comulgó y ante un grupo de fascistas manifestó una vez más su fe en la República”, informaron.

Bicicletas durante la guerra

La bicicleta fue más utilizada durante la guerra militar en lugares más llanos del Estado español que en el mapa vasco. “Como en muchas otras contiendas, la bicicleta jugó un papel esencial en la Guerra Civil española. Es rápida, silenciosa y ligera: quizá por eso, seguir su huella a veces no resulta sencillo”, valora Dani Cabezas en Ciclosfera. A su juicio, las ventajas eran (son) múltiples: “La bicicleta era silenciosa y rápida, ligera y sencilla, barata. Podía ser esencial para llevar el correo, pero también para el tendido de líneas telefónicas, para cargar munición y hasta para evacuar heridos. Un aliado perfecto. Al fin y al cabo, pocas cosas no pueden hacerse a lomos de una bicicleta”.

El diario ABC cuenta con fotografías de soldados de ambos bandos sobre bicicleta y entre ellas la de una miliciana que lee el diario citado sobre sus dos ruedas. En Euskadi, también hay anécdotas al respecto. Así, por ejemplo, el gudari del batallón Euzko Indarra de ANV, Gregorio Urionaguena, testimoniaba que trató de huir de un bombardeo sobre su bicicleta. Lo mismo trató de hacer su amigo Landaluce, boticario, que se demoró para entrar a un refugio tratando de dejarla bien aparcada y murió bajo una bomba fascista italiana. Urionaguena salvó la suya y delineó aquel momento sobre un papel que se conserva a día de hoy.

Hasta hace unos años, un vizcaino, Aitor Alonso Arenaza, mantuvo abierto un museo de bicis en las instalaciones del campo de golf de Villarías, pueblo burgalés anejo a Villarcayo. En él, entre el casi medio millar de velocípedos había dos de firmas vascas de tiempos de la guerra. A día de hoy, el ayuntamiento de Eibar es la propietaria de aquellas bicis. “Cambios en la vida me llevaron en este caso a venderlas. Había algunas de los años 30 fabricadas en Eibar y también conseguí una utilizada en la Segunda Guerra Mundial”. Recordemos que en Euskadi tuvo una gran importancia la industria de la bicicleta. “A principios del siglo XX y tras la Gran Guerra las industrias armeras radicadas en Eibar vivieron una fuerte crisis que hizo que algunas de ellas buscaran nuevos productos y mercados. Las más importantes fueron: Beístegui Hermanos (BH), Orbea, y Gárate Anitua y Cia (GAC). Este es el momento histórico en el que se puede datar el nacimiento de la industria de la bicicleta en el País Vasco y en España, ya que fuera del ámbito vasco apenas hay industrias reseñables”, destaca el investigador José Julián Letona en un artículo de Euskonews. El director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro de Berango suma una realidad más. “En Euskadi, por su orografía no hubo mucho uso de la bicicleta en la guerra como asimismo tampoco de caballería”, concluye Miñambres.