Este ambicioso proyecto nace con el objetivo de compartir otras culturas alrededor del globo, y en su estreno, para su puesta de largo, la elegida ha sido la gastronomía de Euskal Herria en su totalidad. Luego llegarán otras capitales del mundo…

La experiencia

Los invitados comienzan su experiencia con dos actos que combinan una exposición de arte y una cápsula olfativa, antes de sentarse a disfrutar de una comida envolvente, que es tanto una sinfonía para el paladar como para la vista, destacando el espacio físico y los elementos audiovisuales y gastronómicos de la experiencia.

Un guiño al deporte vasco en el restaurante parisino. Cedida

El recorrido comienza en una taberna moderna y minimalista, donde los guiños a la cultura vasca son sutiles. Solo una pala de cesta punta y otra de remonte destacan como elementos que evocan esa tradición. El diseño se basa en un contraste entre la calidez del abedul y la frialdad del acero inoxidable, simbolizando la fusión entre tradición y modernidad, acompañado con un cocktail de autor de txakoli.

Cóctel de txakoli. Aitzol Zugasti

Tras ello, antes de llegar al comedor, los invitados son recomendados a entregar sus teléfonos móviles. Y rodeados de pantallas, comienzan a percibir el aroma de Euskal Herria mientras los vídeos proyectan imágenes que huyen de los paisajes más comerciales, destacando en su lugar rincones únicos y singulares. Este espacio, ubicado en lo que fue la sala de cine Ramis, se transforma en un escenario para una inmersión cultural total, donde se divisan pueblos de Gipuzkoa o Xuberoa, montes del norte de Navarra, la costa vizcaina o Lapurdi de una manera original y particular. 

Así mismo, desde el primer acto, los invitados se sumergen en el corazón del País Vasco con diez obras de Jose Ramón Anda, escultor vasco, discípulo de Oteiza y colega de Chillida. Considerado uno de los grandes escultores de los años 70, la obra de Jose Ramón Anda es una invitación a la evasión a lugares emblemáticos.

Versión particular de calamar en su tinta. A.Z.

La experiencia transcurre a través de una sesión en ocho actos, permitiendo explorar los territorios euskaldunes de manera artística, sensorial y culinaria. Platos como las gildas, ingredientes como el chipirón o el bacalao se unen a salsas de la cocina tradicional vasca como al pil-pil o la salsa negra, donde se transforman en elaboraciones particulares. Todo ello, enlazado con referencias culturales locales; la diosa Mari, Basajaun, el surf, el flysch y el sonido de la txalaparta son algunos de los paisajes culturales que el cliente degusta durante la experiencia, cada uno desde su perspectiva, y que se enlazan con vídeos que reflejan ese viento súbito y borrascoso, llamado galerna, que azota la costa cantábrica, los bosques del norte navarro, Kresala, el zanpantzar o las viñas de Rioja alavesa. 

Uvas y bodegas

La oferta líquida es una completa representación de las grandes y pequeñas bodegas con un amplia de representación de uvas como la Hondarrabi zuri, Zerratia, Viura, Tempranillo, Garnacha…así como de sidras.

Los artistas, de diversas disciplinas, unen sus fuerzas para trasmitir a los huéspedes su visión del mundo, utilizando la gastronomía y el arte como vehículo de expresión, una experiencia que baila entre dualidades: tradición y evolución, hombre y naturaleza, lo atemporal y lo efímero, lo universal y lo identitario, lo intencional y lo espontáneo.

Es, en definitiva, una cena cultural inmersiva, una fusión sensorial que transforma cada acto en una celebración de la cultura y la creatividad.

El fundador

Detrás de este innovador concepto está el libanés Ramzi Saade, quien tiene una formación en gastronomía en el Le Cordon Bleu Ottawa Culinary Institute, además de poseer un MBA obtenido en el INSEAD (Instituto Europeo de Administración de Negocios), tras haber pasado por la Northwestern University.  

Con esa doble carrera en ingeniería y gastronomía, Ramzi ha trabajado tanto en cocinas como en comedores de restaurantes vanguardistas en Canadá y Copenhague, entre ellos uno de los restaurantes más vanguardistas del mundo, Alchemist. Además, ha dirigido proyectos de arquitectura y construcción en Canadá y Líbano. A pesar de su éxito en estos campos, siempre tuvo en mente un proyecto propio que conectara la gastronomía con experiencias inmersivas. Fue así como nació Atica.

Ática es el resultado del encuentro entre el fundador Ramzi Saade y la arquitecta Chloé Leymarie. Amantes de las mesas en torno a las cuales la gente comparte e intercambia, han combinado sus talentos para transcribir el lenguaje arquitectónico del viaje y la cultura en un mismo lugar. 

Con este proyecto se embarcan en una nueva aventura que fusiona sus mayores pasiones: la gastronomía, la cultura y los viajes, creando una experiencia única que combina lo sensorial con lo artístico, el diseño del espacio y su experiencia.

Gildas. Cedida

Visitas al País Vasco

El proyecto Ática ha contado con el valioso apoyo de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Guipúzcoa, que ha colaborado en múltiples tareas. Estas colaboraciones incluyen la reproducción de los audiovisuales y la selección de la propuesta musical que el proyecto incorpora, así como la elección de algunos de los proveedores y colaboradores gastronómicos que forman parte de esta experiencia. Esta actividad promocional, enfocada en la hostelería, ha sido posible gracias al acuerdo que la asociación mantiene con la Dirección de Turismo de la Diputación Foral de Guipúzcoa.

A lo largo del proyecto, Saade, ha tenido la oportunidad de reunirse con innumerables personajes del mundo gastronómico. Conversaciones con Ruth Mozo, de la Denominación de Origen de Getariako Txakolina, así como con representantes de bodegas como Ameztoi, Vega Sicilia, Marqués de Riscal, Txomin Etxaniz, Biba ardoak, bodegueros como Imanol Garai o Telmo Rodríguez, además de encuentros en Itxasmendi, con el talentoso cocktelero Patxi Troitiño, con el cocinero Igor Zalacaín o con los músicos de Oreka Tx, que participan en uno de los vídeos y cuentan íntegramente en euskera las particularidades de este instrumento de pareja.

Además, para aprender sobre arte pasó por la Fundación Zuloaga, por el museo Guggenheim y por Chillida Leku, entre otros. “He conversado con más de 200 personas en las nueve visitadas realizadas”, asegura Ramzi Saade.