La reducción de la jornada de trabajo sin pérdidas salariales y aparejada a la mejora de las condiciones de vida aparece como uno de los hitos del movimiento sindical a lo largo de su historia. El profesor Bernat Zubiri recuerda también la importancia de la lucha feminista en esta cuestión, por la necesidad de compaginar el trabajo con las labores de cuidado en las familias.

La segunda mitad del siglo XIX, marcada por una gran efervescencia de reivindicaciones obreras, fue el origen de la lucha por la jornada de ocho horas diarias, si bien aún no se había establecido el derecho a un día de descanso a la semana. De manera progresiva, y en especial tras el crecimiento económico que experimenta Occidente en las primeras tres décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, se logra establecer un calendario laboral general de 40 horas, repartidas en cinco días a la semana. En España esta jornada laboral se aprobó por ley en 1982, poco después del triunfo del PSOE en las elecciones generales de aquel año y con el bilbaino Joaquín Almunia entonces como titular de la cartera de Trabajo.

Los partidarios de la reducción de la jornada a cuatro días citan, además de la necesidad de conciliar, razones relativas a la salud y la ecología, dos argumentos que ha recogido también Yolanda Díaz en el evento celebrado en Valencia, donde indicó que el tiempo de trabajo no se puede separar del "tiempo de la vida". Díaz, no obstante, se mostró más partidaria de explorar medidas en vigor en otros países, como los permisos para personas con dependientes a cargo, los paréntesis para formarse o para viajar con la garantía del puesto de trabajo, las bolsas de horas o un menor tiempo de trabajo "en cómputo semanal y sin reducción salarial". Más País, la formación de Íñigo Errejón, logró arrancar en el acuerdo de Presupuestos de este año el impulso de un proyecto piloto para comprobar, mediante ayudas a 160 empresas, como funciona la reducción de la jornada laboral sin modificaciones salariales.