"HA sido más duro que cualquiera de nuestras escaladas", bromea Eneko Pou. En sus manos, un tomo de 272 páginas que mima con cariño y que mira con pasión. Esa con la que observa una pared de Los Alpes o de su Mallorca. Aupa Pou, una vida encordados es el primer libro de los hermanos gasteiztarras. Aupa Pou, una vida encordadosUna publicación en la que recogen todos sus viajes y aventuras, todas las montañas y escaladas que han protagonizado durante sus cuatro décadas de vida. Desde aquellos veranos familiares en los Pirineos con aita y ama hasta las interminables jornadas en las torres de grafito fisurado y virginal de Siberia. Porque a Iker y Eneko el gusto por lo vertical se lo inculcaron sus aitas desde muy pequeños. "Escalamos desde los cinco años. Todas las vacaciones han sido en el monte, lo mismo lo hubiéramos dejado porque nos hubiera aburrido, pero en nuestro caso fue al revés. Nos encantó y seguimos hoy en día con la afición y la tradición de nuestros aitas", reconoce Iker. De hecho, el gusanillo de la montaña les picó tanto que hoy en día sus cuerpos acumulan más de 120 proyectos y expediciones, 59 países y más de 1,3 millones de metros verticales. Números que les han convertido en referencia de la escalada mundial. En una de las cordadas más emblemáticas de la montaña.

Y es que Eneko e Iker llevan juntos toda la vida. Pero no solo como hermanos, sino también como compañeros de aventuras, sentimientos y libertad. "Hemos conseguido las cosas que hemos conseguido porque somos hermanos. Porque no ha habido nunca competencia entre nosotros y siempre hemos luchado los dos a la vez por el mismo objetivo. La unión ha hecho la fuerza y hemos conseguido ascensiones y escaladas muy buenas gracias a que nos llevamos muy bien y funcionamos como equipo", dice Iker. Y su hermano mayor le da la razón. Con todo, esta magnífica cordada estuvo apunto de romperse en la primavera de 1999. Antes siquiera de tomar la decisión de intentar vivir de la escalada. Fue en el Annapurna. Mientras Juanito Oiarzabal tocaba el cielo, Eneko se consumía en la tienda de campaña, 800 metros más abajo, con un edema cerebral que a punto estuvo de costarle la vida. Aprendió la lección: "La juventud y la falta de experiencia en altura a punto estuvieron de costarme la vida. Cuando llegué al campo base y me bajó la adrenalina, me percaté de que realmente había sobrevivido. Me pegué la llorera de mi vida", recuerda el mayor de los Pou en el libro.

Con todo, un año después, en el 2000, la vida cambió completamente para los gasteiztarras. Iker se convirtió en el tercer escalador en realizar Action Directe (9a), por aquel entonces la vía más famosa y exigente a nivel mundial. Después, los hermanos consiguieron llamar la atención de Al Filo de lo Imposible, programa con el que se embarcaron en el Gran Cuchillo Canadiense y su Monte Proboscis (8a+). Y, aunque no consiguieron la cumbre por culpa de la mala climatología, fue entonces cuando decidieron que intentarían vivir del monte. Así surgió su famoso proyecto: 7 paredes, 7 continentes.

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"Siempre nos hemos movido muchísimo porque entendemos la escalada unida a los viajes. Son nuestras dos pasiones y aunarlas es muy bonito. Queremos conocer mundo y por eso no repetimos muchos sitios", reconocen. Lo dicen 14 años después de terminar su proyecto estrella, ese que le llevó a las paredes más exigentes de Norteamérica (Yosemite), Europa (Naranjo de Bulnes), África (Tsaranoro), Oceanía (Tótem Pole), Asia (Himalaya), Sudamérica (Fitz Roy) y Antártida (Three Pigs). Lo dicen tras cuatro décadas de abanderar la visión más romántica de la montaña y aún siguiendo en plena forma -Iker encadenó en marzo Guggenhell (9a+/b)-. Y lo dicen tras haber conseguido concentrar toda una vida en vertical en apenas 272 páginas.