El golf camina hacia la normalidad, la mayoría de los campos de todo el mundo estarán abiertos desde mañana, aunque hay que salvar los inconvenientes que provocan las nuevas medidas sanitarias, incluso entre los profesionales. La LPGA coreana acogió la semana pasada el primer torneo oficial tras el confinamiento y el resto de los circuitos siguen contando los días hasta el regreso a la actividad de manera distinta a la que había sido hasta hace dos meses y medio. El 11 de junio está prevista la vuelta en el PGA Tour, el mejor del mundo, y mientras tanto algunos torneos están sirviendo como banco de pruebas y como sucedáneos a la espera del juego real.

El domingo anterior Rory McIlroy, Dustin Johnson, Rickie Fowler y Matthew Wolf, cuatro de los mayores pegadores del PGA, se citaron en Jupiter (Florida) y hoy lo harán Tiger Woods y Phil Mickelson, encarnizados rivales durante más de 20 años, en la segunda edición de The Match, en esta ocasión para ayudar a las víctimas del covid-19 y acompañados de dos de los mejores quarterbacks de la historia del fútbol americano. En el Medalist Golf Club, también en Florida, Peyton Manning jugará junto a Woods y Tom Brady lo hará con Mickelson en una cita que contará con un gran seguimiento mediático.

Con todo, las preocupaciones en el PGA Tour son otras. Por un lado, están las restricciones en los vuelos internacionales que pueden impedir la presencia de algunos grandes jugadores en las primeras citas programadas. Para que eso no ocurra, el gobierno de Donald Trump decidió ayer permitir la entrada en el país a los deportistas internacionales que forman parte de las principales competiciones profesionales estadounidenses o tienen que competir en suelo americano. En el caso del golf, los ingleses Lee Westwood y Tommy Fleetwood y el australiano Adam Scott han mostrado sus reticencias a salir de su país dado que en caso de tener que guardar dos semanas de cuarentena a la ida y a la vuelta verían complicado su calendario.

“Serían seis semanas para solo dos torneos y no merece la pena”, apuntó Westwood, que será anfitrión del primer torneo reprogramado en el Circuito Europeo a finales de julio y que coincidirá con el WGC de Memphis. La idea en Europa es empezar con cuatro torneos seguidos en Gran Bretaña y así evitar a los jugadores los cambios de país y sus consecuencias. Aún así, el donostiarra Adrián Otaegui comentó en ETB que “tal y como están las cosas, tendremos que llegar dos semanas antes para evitar problemas”.

Los golfistas europeos con residencia en Estados Unidos, entre ellos Jon Rahm, ya asumen que les será difícil compaginar ambos circuitos mientras la situación sanitaria a nivel mundial no se estabilice. En todas partes van a regir protocolos similares y, por ejemplo, guardar las distancias, seguir las pautas higiénicas y jugar sin público es algo que se puede asumir, al menos durante un tiempo corto. Sin embargo, ha causado discrepancias la idea de prescindir de los caddies como pretenden algunos circuitos, principalmente el LPGA femenino. En las citas de exhibición los jugadores se están encargando de portar sus bolsas, pero el de los caddies es un colectivo que vive de los ingresos que genera el jugador o jugadora al que ayudan y nadie quiere dejarlos tirados, sobre todo en los casos en que la pareja se mantiene invariable durante toda la temporada.

Son las molestias generadas de repente en un deporte globalizado que también tienen suspendidos sus rankings mundiales hasta que todos los circuitos estén en marcha al mismo tiempo. En el golf la competitividad es extrema, pero no parece lógico que alguien pueda sacar ventaja del coronavirus.