QUÉ sucedería si todos los chinos acordasen saltar a la vez? ¿Lograrían cambiar el eje de rotación de la Tierra? Es una pregunta caricaturesca que refleja el potencial que atesora una nación con 1.300 millones de habitantes. Si los chinos se proponen algo, están en condición de alterar el orden mundial.

En los últimos años China ha cobrado predilección por el fútbol, habida cuenta del margen de un negocio por explotar y que tan bien funciona en occidente. El país oriental se ha erigido en un agente que ha contribuido a la inflación del mercado futbolístico. Sin poder ofrecer nivel competitivo para la captación de talento, los clubes chinos apostaban por la inversión como atractivo para captar a referentes del balón. Esta política ha llevado a Hulk, Lavezzi, Paulinho, Pato, Jackson Martínez, Mascherano o Carrasco a la liga china. Reclutando este talento se pretendía elevar el nivel del fútbol a corto plazo, y a través de ello alcanzar logros que dotasen de proyección mundial al país. Vamos, el fútbol como escaparate de una nación decidida a la expansión.

No en vano, Evergrande, escuela de fútbol gestionada por el Guangzhou Evergrande, club referente de la liga china, es la más grande del mundo: alberga 50 campos de fútbol y 26 centros de enseñanza y entrenamiento; por establecer comparación, el Athletic cuenta con 8 campos en las instalaciones de Lezama. Desde su creación, el club chino ha invertido más de 340 millones de euros para formar futbolistas. En su país de origen forma a unos 2.800 jugadores; en la sede filial instalada en España, con la que colabora el Real Madrid desde 2012, cuenta con 100 alumnos y cada año se incorporarán otros 25. Son los tentáculos de China.

Sin trascendencia en el fútbol mundial, en 2016 el fútbol chino se convirtió en noticia por el fichaje del brasileño Hulk. El Shanghai SIPG abonaba 55 millones de euros al Zenit ruso para contratar los servicios del delantero. Apenas medio año después, ya en 2017, este mismo equipo desembolsaba 60 millones por otro brasileño, Oscar, procedente del Chelsea. Nuevo récord. China se confirmaba como un poderoso inversor en el ámbito internacional. Se transformaba en un destino interesante para los jornaleros del fútbol, para jugadores que persiguen emolumentos sin grandes aspiraciones deportivas o que están al borde de la jubilación. Se compraba plata a precio de oro. Era el único modo de resultar un destino atractivo.

No obstante, la Federación China reflexionó sobre el futuro de su fútbol y concluyó que la importación de jugadores foráneos es un parche que impide el desarrollo pleno del talento local. Algo así como pan para hoy y hambre para mañana. En 2017 y en aras de impulsar el progreso local, aprobó impuestos del 100% a los fichajes de extranjeros. Lo recaudado con este impuesto de lujo se destina a la formación y promoción local. Asimismo, existen reglas para proyectar al futbolista autóctono. Por ejemplo, los porteros de la Superliga deben ser chinos. Además, desde la temporada 2019 los equipos deben alinear en cada partido a al menos tres jugadores chinos de categoría sub’23. Oportunidades para los jóvenes por decreto y restricción para el foráneo; los clubes solo pueden alinear a tres extranjeros de los seis que se pueden tener.

hamsik, undécimo más caro El impacto de las medidas y el cambio de filosofía se han visto reflejados en el último mercado. La operación más cara ha sido el fichaje de Hamsik, reclutado del Nápoles por el Dalian Yifang a cambio de 20 millones de euros. Es el undécimo mayor traspaso del fútbol chino. El siguiente movimiento más oneroso de un mercado que se cerró la semana pasada es el de Fellaini, adquirido por el Shandong Luneng tras abonar 12 millones al Manchester United.

Esto no significa que China gaste menos, sino que gasta en desarrollar el talento local, un escenario que dará frutos a largo plazo pero que permitirá elevar el nivel y asentarlo. Recordar que, a pesar del potencial que brindan 1.300 millones de habitantes, la selección china solo se ha clasificado una vez para la Copa del Mundo. Fue en 2002. Ahora el reto es convertirse en potencia mundial para ser asiduo a los grandes acontecimientos del fútbol internacional.

Una muestra de este proceso de internacionalización se ha dado este pasado sábado en LaLiga, que asistió al primer gol de un futbolista chino. Lo firmó Wu Lei. Se estima que el día de la presentación del jugador del Espanyol, dos millones y medio de personas siguieron el acto en directo. Un reflejo del potencial que atesora el país más poblado del planeta, decidido a ser referente mundial en un deporte que va cobrando interés y dimensión en su territorio y fuera de él. Entre otras cosas, porque ya no se compra al futbolista, sino que se produce.