L regreso de Pau Gasol al Barça nos recuerda que hace casi 20 años que se fue a la NBA. Ahora mismo resulta imposible pensar en un jugador europeo que como el de Sant Boi, Dirk Nowitzki o Tony Parker completen dos décadas en la mejor liga del mundo. La NBA sigue siendo el sueño de cualquier jugador por razones deportivas y también económicas ya que cubrir tres temporadas con contrato asegura una pensión de 57.000 dólares anuales a partir de los 45 años, que se elevan a 215.000 si se sobrepasan las diez temporadas de permanencia en la liga. Es difícil resistirse a la llamada de las franquicias, pero en este último año se está asistiendo a un tráfico de retorno de muchos jugadores que prefieren ser cabeza de ratón en la Euroliga que cola de león en una NBA cada vez más jerarquizada y con muchos jugadores convertidos en especialistas y material traspasable.

El Barça ya trajo de vuelta a Niko Mirotic en el verano de 2019. El montenegrino decidió volverse después de hacer cuatro buenas campañas y con buenos contratos esperándole, pero prefirió la estabilidad tras conocer tres equipos en dos años. Lo mismo le ha ocurrido a Mario Hezonja, alero croata con pasado en el Barça, que se fue en 2015 a la NBA con demasiadas ínfulas y acaba de fichar por el Panathinaikos, donde el jueves mismo fue recibido como si fuera una superestrella.

El caso de Hezonja es similar al de otros jugadores europeos que dieron el salto muy jóvenes y han tenido que deshacer el camino después de que su progresión se parara en la NBA donde nunca encontraron un hueco protagonista con continuidad ni cumplieron con las expectativas propias y ajenas que resultaron de ser elegidos en posiciones altas en el draft. Ante Zizic y Dragan Bender (ahora en el Maccabi), Dzanan Musa (Anadolu Efes) o Georgios Papagiannis (Panathinaikos) probaron con menos de 20 años, pero ya están de vuelta tratando de encontrar su sitio en la Euroliga, algo que no les está resultando sencillo. Otros un poco más veteranos como Marko Guduric (Fenerbahçe), Álex Abrines (Barça) o el mismo Edy Tavares (Real Madrid) también comprobaron que la NBA no espera a nadie y prefirieron regresar al ritmo competitivo de Europa.

Y es que no todos pueden ser Luka Doncic o Nikola Jokic, que impactan nada más llegar, y las demandas físicas, técnicas y mentales de la liga estadounidenses a veces impiden que la calidad asome. Claro que hay muchos jugadores europeos perfectamente asentados en la NBA, donde son muy apreciados por su conocimiento del juego y su capacidad de adaptación sin ocupar necesariamente el primer plano, pero también hay otros como los letones Pasecniks y Kurucs, el croata Samanic o el georgiano Bitadze que con escaso recorrido al máximo nivel decidieron saltarse etapas y apenas han tenido minutos de calidad al otro lado del Atlántico. Así que hay interés por ver cómo les ve a los franceses Maledon y Hayes, al israelí Avdija o el serbio Pokusevski, cuatro chavales de menos de 20 años que este verano se han lanzado a esta aventura sin demasiado bagaje a sus espaldas y apenas han asomado la cabeza esta temporada.

También Pau Gasol levantó dudas en su día cuando se marchó a los Grizzlies, pero probablemente el éxito depende de saber elegir bien el momento y el lugar y valorar si ser paciente a la espera de una oportunidad real merece la pena. Navarro, Spanoulis, Shved, De Colo, Calathes o Datome también demostraron en su día que podían jugar en la NBA, pero allí eran uno más y aquí en Europa podían ser estrellas absolutas y dueños de su futuro. Y es que el sueño puede transformarse en pesadilla y lo que parece un paso adelante puede suponer dos para atrás.

La NBA actual no espera a nadie, está muy jeraquizada y sus demandas técnicas y mentales impiden muchas veces que la calidad asome