SU imagen sentado en el banquillo con rostro imperturbable en los segundos finales del séptimo partido de la final de la Conferencia Este, mientras todo el público del Scotiabank Arena e incluso sus compañeros estallaban de alegría toda vez que los Toronto Raptors acababan de sellar por primera vez en su historia su billete para acceder al último escalón de la lucha por el anillo de la NBA, define perfectamente a Kawhi Leonard (29-VI-1991, California), quien acababa de destrozar a los Milwaukee Bucks con 27 puntos y 17 pero no permitía que su cara comunicara ni el más mínimo atisbo de emoción. Tampoco lo hizo cuando tuvo que jugar visiblemente cojo varios de los anteriores choques de la serie. La misma cara. Siempre. Como si de un robot se tratara. En esta NBA actual de poses, celebraciones hiperbólicas y pasarelas constantes en Instagram, Twitter o incluso en los accesos de los pabellones, luciendo modelitos a cada cual más estrafalario, Leonard es un rara avis, un bicho raro, un jugador que entra en cancha, destroza a quien se le ponga por delante y se va. Poco se sabe de él cuando enfila el túnel de vestuarios. Cabe recordar que un vídeo suyo en una rueda de prensa del media day previo al arranque del curso se convirtió en viral en todo el planeta porque en él soltaba una carcajada. Cierto es que su risotada era extraña, casi gutural, y llamaba muchísimo la atención, pero el mero hecho de verle reírse era ya inaudito. Noticia.

Kawhi es así. Un cyborg tan desequilibrante en ataque como en defensa, pero que ve el marketing como algo de otro planeta. Así le ha ido bien desde que llegara a la NBA en 2011, así se convirtió de manera inesperada en una rutilante estrella en los San Antonio Spurs y así ha liderado a los Raptors hasta la final de la NBA, donde a partir de mañana por la noche intentará acabar con la dictadura de unos Golden State que buscan su tercer anillo seguido, el cuarto en cinco años. Este alero completísimo de 2,01 metros no aparece por las redes sociales. ¿Ante los medios de comunicación? Cuando es obligatorio. Y sin respuestas que acaparen titulares. No es que sea maleducado o cortante, va a lo básico. Gloriosas fueron dos de sus respuestas tras el quinto partido ante los Bucks, cuando tras arrancar la eliminatoria 2-0 colocaron el 2-3, quedándose a un triunfo de la final. ¿Cómo se le pueden ganar cuatro partidos seguidos a Milwaukee? “No lo sé, nunca lo he hecho”. ¿Cómo está la mentalidad del equipo ahora que estáis a un paso de hacer historia? “No lo sé, el partido acaba de terminar y aún no he pasado por el vestuario”. Puede que ese carácter introvertido sea fruto de un episodio que destrozó su adolescencia -su padre fue asesinado a tiros en el túnel de lavado de coches del que era propietario en Compton, uno de los peores suburbios de Los Angeles-, pero su personalidad es tan enigmática que su salida el pasado verano de los Spurs cuando parecía llamado a ser otro de los tradicionales mitos eternos de la franquicia texana a imagen y semejanza de Tim Duncan o Manu Ginobili sigue envuelta en un gran misterio.

Leonard fue elegido por Indiana en el puesto 15 del draft de 2011 y traspasado esa misma noche a San Antonio a cambio del secundario George Hill sin que su llegada a la liga generase enormes expectativas, fue modulado poco a poco por Gregg Popovich, explotó en las finales de 2014 al ser elegido MVP y ganar el título, se instaló desde entonces en la élite, pero algo se torció con su lesión de tobillo en el primer partido de las finales del Oeste de 2017. El pasado curso solo jugó nueve partidos, la aparente relación padre-hijo con su técnico se resquebrajó y en verano puso rumbo a Toronto, donde ha vuelto por sus fueros con los mejores promedios de su carrera en puntos (26,6) y rebotes (7,3). Y en play-off ha ido a más (31,2 puntos, 8,2 rebotes), con canasta sobre la bocina en el último partido de la serie ante Philadelphia incluida.

Su figura es fundamental a la hora de buscar algo de competitividad en una final en la que los Warriors parten como favoritos a pesar de no contar con el factor cancha (la serie arranca en Toronto) y tener todavía lesionados a dos jugadores de calibre All Star como Kevin Durant, descartado para el estreno, y DeMarcus Cousins, que debería regresar durante la eliminatoria. Sin ambos, los de Steve Kerr dieron la puntilla a los peligrosos Houston Rockets y barrieron en la final del Oeste a Portland tras recuperar la mejor versión de los Warriors preDurant: mayor circulación de balón, esfuerzo defensivo y recuperación de la versión más killer de Stephen Curry, Draymond Green y Klay Thompson. Ante tanto potencial, Toronto opondrá un magnífico trabajo de retaguardia que ya ha ahogado en estos play-offs a estrellas como Joel Embiid o Giannis Antetokounmpo, pero que está por ver si cuenta con los argumentos para cortocircuitar los numerosos focos de peligro con los que cuenta Golden State. Kyle Lowry, notable ante Milwaukee, Marc Gasol, centrado en la defensa pero dañino en el triple, Pascal Siakam, Serge Ibaka, el enchufadísimo Fred VanVleet... No les faltan argumentos a los de Nick Nurse, pero las opciones de Toronto pasan por más rendimiento sideral de Kawhi. Solo así podrán derrocar la dictadura de los Warriors.