Bilbao - El Bilbao Basket logró imponerse en la carrera de resistencia que es una eliminatoria al mejor de cinco partidos. Muchos pensaban que se iba a decidir como las pruebas de los grandes campeonatos, en las que los atletas abren hueco en las primeras vueltas y ya no dejan opciones a sus competidores. La lucha entre los hombres de negro y el Trapa Palencia era una lucha entre iguales, por mucho que la clasificación invitara a pensar lo contrario, y ha habido que tragar kilómetros con el rival muy pegado, incluso hasta provocar algunos contactos que entran dentro de lo que es una batalla deportiva y, después de 190 minutos sin tregua, el Bilbao Basket ha sido como Mo Farah. El equipo de Álex Mumbrú logró cambiar el ritmo en la última vuelta, los últimos diez minutos, para llegar a la meta deseada.

Aún queda otra carrera más importante, pero el Bilbao Basket ya puede colgarse una medalla. Es la de haber ratificado la fidelidad de su gente, que ayer se convirtió en un jugador más. Por primera vez en mucho tiempo, los jugadores y el público supieron interpretar el partido al unísono. El esfuerzo del equipo encontró el impulso de la grada para hacer que el partido fuera una cuesta cada vez más empinada para el Palencia, que también contó con el apoyo de un buen grupo de sus aficionados. A lo largo de los cinco partidos ha habido las lógicas fricciones entre dos equipos muy bien armados, pero todo acabó como deben acabar las cosas en el deporte.

Los hombres de negro han logrado aceptar lo que iba ocurriendo y han cumplido lo que dice la norma de este tipo de formatos: han ganado los partidos impares, el primero, tercero y quinto, y se han llevado la eliminatoria. Ayer también había que armarse de paciencia y, por eso, el Bilbao Basket no se salió de su camino pese a que hasta el descanso las cosas salieron un poco peor de lo esperado, sobre todo en cuanto a los porcentajes de tiro. El marcador volvía a estar en guarismos bajos y eso, en teoría, beneficiaba al Palencia, que se mantenía vivo agarrado al choque gracias a su anotación interior. Los jugadores estaban de nuevo fallones en tiros sencillos que podían haber provocado la frustración de ver una diferencia exigua pese a haber capturado diez rebotes de ataque y haber lanzado ocho veces más a canasta.

la llave de la zona El descanso sirvió para aclarar las ideas y discernir cómo atacar la defensa en zona de los palentinos, que con sus ajustes incomodaba la circulación de balón de los de Mumbrú, a veces también remisos para soltar el balón. El partido se estaba jugando en espacios reducidos y en el Palencia emergió Steve Vasturia con la mitad de los puntos de su equipo en el tercer cuarto que lo mantenían vivo. Pero el punto de inflexión llegó con los dos triples que anotó Schreiner. El punto débil de la defensa de los castellanos estaba en la cabecera, en ese espacio a veces inutilizado entre el tiro libre y la línea de triple, donde dos jugadores no podían defender el bloqueo directo y tapar también los tiros abiertos.

Los dos aciertos del austriaco dieron confianza al equipo, luego se atrevió Rigo con otro y el Palencia empezó a resquebrajarse porque ya tenía que cubrir más espacio y las piernas empezaban a flaquear. Cuando los de Carles Marco se metieron en la cuarta falta en apenas dos minutos, el Bilbao Basket olió la sangre y no perdonó. Jaylon Brown tomó la espada de matar y con diez puntos, facturados desde el triple y la línea de tiros libres, en tres minutos y medio remató la faena porque el Palencia era ya un equipo derrotado y físicamente hundido después de plantar una gran resistencia durante cinco partidos.

El acierto, la única verdad indiscutible del baloncesto, llegó justo a tiempo y el Bilbao Basket pudo hacer bueno su excelente trabajo defensivo, que volvió a dejar a su rival en escasos 60 puntos. El equipo se soltó a jugar cuando la soga podía apretar su cuello y la fiesta se desató en una grada necesitada de alegrías. Bizkaia vibró de nuevo con el baloncesto y elevó la LEB Oro a un nivel que no conocía desde hace muchos años. El Bilbao Basket alzó los brazos en vencedor, pero ahora le espera la carrera de la verdad, la que reparte el segundo premio de una campaña larga y muy exigente.