Ni el frío checo ni el barro del circuito han frenado a Oier Sánchez. El corredor bilbaino de canicross ha vivido este fin de semana una experiencia que difícilmente olvidará: su primer Mundial, disputado en Pardubice, a 120 kilómetros de la capital al este de Praga. Allí, entre decenas de equipos llegados de toda Europa, el corredor ha demostrado que el trabajo del último curso continúa dando frutos y ha fijado su plaza como el vigésimo segundo mejor del mundo.

El pasado viernes –en la primera jornada– firmó una meritoria vigésimo cuarta posición, un resultado que, lejos de pesarle, le sirvió de acicate para la segunda jornada. “Era una toma de contacto. Había nervios, el circuito estaba demasiado seco y Hegan –su jugetón eurohound– salió con muchísima energía”, comentaba tras la prueba. 

Este domingo afrontó la segunda y última manga con otra mentalidad. Más suelto y tranquilo y con el objetivo claro en mente: entrar entre los diecisiete primeros del mundo.

La cita mundialista de Pardubice ha sido intensa y exigente. El recorrido, de algo más de cinco kilómetros a sprint, alternaba tramos rápidos con zonas técnicas y resbaladizas. La humedad del bosque y el barro checo pusieron a prueba la coordinación del binomio. “Hemos sabido leer bien las curvas y mantener el ritmo”, reconocía Sánchez, satisfecho por la compenetración alcanzada con su mascota.

Un bilbaino en la élite

El ambiente del campeonato, según describe, ha sido “impresionante”: carpas y furgonetas repletas de deportistas de todo el mundo y una organización impecable que ha sabido conjugar la competición con el respeto animal. “Es bonito ver cómo se respeta aquí a los perros. Son verdaderos atletas.”, asegura.

El debut en el más alto escalafón del deporte le ha permitido medirse con referentes mundiales –como el primero del mundo, Ben Robinson– y aprender nuevas estrategias de salida y recuperación que piensa aplicar en el futuro.

Precisamente, la salida ha sido el punto agrio en la segunda jornada de competición, donde un can de otro corredor se ha interpuesto en el camino, en el primer kilómetro, provocando una caída. “Por suerte, he podido quitar y poner la correa y salir rápido. Íbamos a 20 kilómetros por hora era una salida en pelotón junto a otros sesenta corredores y son cosas que pueden pasar”, lamenta.

Iosu Varona,su amigo y campeón del mundo en su modalidad Bikejorin veteranos O.S.

De Euskadi a República Checa

En la ciudad checa ha estado acompañado por integrantes del equipo Euskal Cross, quienes se han convertido en apoyo para el binomio durante el fin de semana. “No hay nada como tener cerca a gente que entiende lo que sientes antes de una carrera”, reconoce en alusión a Josu Varonaprimero del mundo en la modalidad de bike joring– y la joven Noa Erauskin, quien ha logrado el segundo puesto en su categoría. Entre carrera y carrera, el grupo analizaba tramos y disfrutaba en cuadrilla. “Lo que más me llevo es todo lo que hemos aprendido juntos. Es el primer Mundial para muchos de nosotros, y eso se nota”.

En un mes, la pareja volverá a ponerse el dorsal, esta vez en el Campeonato estatal, donde confía en confirmar el salto de calidad que ya ha mostrado en Chequia. Su meta es cerrar este primer ciclo con una actuación sólida. “Ahí sí quiero estar entre los primeros”, resalta.

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Un ‘sprint’ de fondo

Ni el cansancio ni las horas de viaje –más de veinte en furgoneta– empañan la alegría del bilbaino y su fiel compañero, que se despiden de Pardubice con la sensación de haber dado un paso grande en su trayectoria. “Estar aquí ya es un premio, pero también una motivación enorme para seguir creciendo”, reconoce. Satisfecho con el rendimiento y con la experiencia acumulada, Oier buscará consolidar su progresión y volver la próxima temporada al evento. “Queda mucho de por medio. Ahora toca descansar y asimilar todo lo vivido. Espero repetir el próximo año”, confiesa. Desde ayer, Bilbao cuenta con dos corredores más en la élite deportiva. Un binomio imparable.