Oier Sánchez participará del 7 al 9 de noviembre en el Mundial de Canicross de Pardovice (Chequia). Lo que comenzó como una forma de ayudar a su perro a liberar estrés se ha convertido en una pasión que le ha llevado a competir al máximo nivel. Tras años de sacrificio, afronta la cita con mucha ilusión.
¿Cómo empieza su historia con el canicross?
—Conocí este deporte gracias a mi pareja y a la protectora SOS Bilbao. Venía del mundo de la bici y, cuando lo dejé, empecé a correr con mi perro para ayudarle a liberar energía. Mi primer compañero fue Braulio, un perro con un pasado complicado. Correr juntos le ayudó mucho, y sin darme cuenta yo también me enganché.
¿Cuándo dio el salto a la competición?
—Llevo cuatro años practicando. Siempre he sido muy competitivo y me atrapó la explosividad de este deporte. Por suerte conocí a Josu Varona, campeón del mundo de bikejoring, y gracias a él me metí en el mundo del mushing (también se le conoce así al canicross). Me dejó sus perros para competir y poco a poco me fui enganchando. Todo fue rodado.
Y ahora corre con ‘Hegan’. ¿Cómo es su compañero actual?
—Hegan es un eurohound, una mezcla de razas nórdicas y de caza, creados genéticamente para este tipo de deportes. Es como mi hijo. Braulio me enseñó todo, pero con Hegan estoy alcanzando resultados que jamás habría imaginado.
¿Qué se siente al correr a esa velocidad tirado por un perro?
—Es una mezcla de vértigo y potencia. El perro te “empuja” como si fuera un trineo, y alcanzamos velocidades que ningún humano lograría solo. Notas su potencia y su entrega. Pero también hay que tener control, técnica y fuerza: un pequeño fallo se paga caro.
Para quien no lo conozca, ¿cómo es una carrera de canicross?
—Son pruebas cortas y explosivas. Normalmente duran dos días, sábado y domingo, con recorridos de hasta 7 kilómetros. Son auténticos sprints, vamos a 2:40 el kilómetro. La sensación es muy explosiva.
¿Qué resultado destacaría hasta ahora?
—El año pasado quise dar un paso más y participar en la copa. Fui sin grandes expectativas y terminé segundo en la clasificación final. Ese resultado me abrió las puertas del Mundial, que era un sueño que tenía desde hace años.
¿Cómo entrenan para llegar a ese nivel?
—El cuidado y el descanso debe ser diario. Solemos entrenar al amanecer, porque los perros solo pueden trabajar con temperaturas por debajo de los 15 grados. Muchas veces tenemos que ir a Gasteiz, donde hace más fresco. Por mi parte, yo también hago gimnasio y mucho volumen de carrera para fortalecer el cuerpo. Sin eso, sería imposible aguantar el ritmo de los perros.
¿Qué cuidados requiere un perro de competición?
—Muchísimos. Son auténticos deportistas de élite. Tienen su fisioterapeuta, su alimentación específica, revisiones veterinarias y rutinas de descanso. Sobre todo, es necesario tenerle en cuenta y “escucharle” en todo momento. El respeto y el cuidado están por encima de cualquier resultado.
¿Cómo es la dieta de su mascota?
—Hegan come la dieta barf. Consiste en pienso de alta energía, pollo crudo, verduras, salmón con un chorro de aceite… Cuesta dinero, sí, pero es lo justo por todo lo que me da.
¿Cómo define el vínculo que se crea entre corredor y perro?
—Es una conexión total. Nos une un arnés, pero también una confianza ciega. Él me exige tanto como yo a él. Son como mis hijos. No voy de vacaciones sin ellos, mi vida gira en torno a su bienestar: he cambiado rutinas, horarios, incluso ciertos planes, pero todo ha merecido la pena. Sin ellos, no entendería mi día a día.
¿Y cómo maneja los momentos duros o las caídas?
—Forma parte del juego. Las caídas son duras, pero lo importante es que el perro no se bloquee. Se entrena también eso: la concentración, la calma, la estrategia, los adelantamientos. En este deporte hay que encontrar el equilibrio. Si uno de los dos falla, el binomio no funciona.
¿Cómo compagina todo esto con el trabajo y la vida personal?
—Requiere mucho sacrificio. Trabajo en un polideportivo, y casi todo mi tiempo libre lo dedico a entrenar o en el cuidado a los perros. No tengo mucho ocio, pero no me importa. Es un deporte con gastos (viajes, material, veterinarios, comida), pero sarna con gusto no pica.
Hay quien ve el mushing como maltrato. ¿Qué le diría?
—Puedo entender que desde fuera pueda dar esa sensación. Sin embargo, en mi entorno el cuidado de los animales es como auténticos deportistas de élite y miembros de la familia. Si vieran cómo viven y cómo les cuidamos cambiarían de opinión. Me duele cuando veo a gente que corre por la ciudad con su mascota, sin preparación, con veinte grados y sobre cemento, dañando las almohadillas que tienen.
¿Cómo afronta el Mundial de Pardovice?
—Con ilusión. Voy con papel y boli, a aprender de los mejores. Es un sueño poder estar allí, aunque mi gran objetivo de la temporada es el campeonato estatal en diciembre. El Mundial es un paso necesario para seguir creciendo. Viajaré con mi equipo, Euskal Cross, seremos cuatro compañeros.
¿Qué le ha enseñado este deporte?
—Paciencia, respeto y compromiso. Me cuesta hacer deporte solo por hacerlo; necesito un propósito, un estímulo. Ellos me lo dan cada día.
¿Y qué sueña para el futuro?
—Seguir disfrutando, seguir aprendiendo y seguir corriendo con ellos. Si algún día llega un podio en el campeonato estatal, será la recompensa a todo este esfuerzo. Pero el mayor premio ya lo tengo, el vínculo que comparto con Braulio y Hegan.
src="https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/statics/js/indexacion_Trebe.js">