STEVE Kerr lo ha vuelto a hacer. Por sexta vez en sus ocho temporadas en el banquillo de los Golden State Warriors, la franquicia californiana disputará las finales de la NBA tras superar la resistencia de los Dallas Mavericks de Luka Doncic. Sin embargo, este gran logro de una personalidad deportiva que suma ya ocho anillos en su lustroso palmarés, cinco como jugador (firmó tres con los Chicago Bulls de Michael Jordan y dos con los San Antonio Spurs) y tres como técnico de los propios Warriors, no ha sido su momento más aplaudido de los últimos días. Su encendido y emotivo discurso del pasado martes tras la matanza de Uvalde(Texas), en la que fallecieron 19 niños y dos profesoras víctimas de un tiroteo, ha destapado para el gran público la figura de un Kerr que nunca ha escondido su activismo social y político y que en su currículum personal cuenta con un trágico episodio de los que marcan a fuego la personalidad del que lo sufre: en 1984, cuando tenía 18 años y no era más que un estudiante y un proyecto de jugador de baloncesto en la Universidad de Arizona, su padre, Malcolm Kerr, presidente de la Universidad Americana de Beirut, fue asesinado por dos terroristas islámicos que le dispararon dos veces en la nuca.

Precisamente, el martes los Warriors visitaban Texas en el cuarto partido de la final de la Conferencia Oeste y en la rueda de prensa previa al duelo, Kerr, visiblemente emocionado, lanzó una enfática arenga en favor del control de armas, avanzando que no iba a hablar sobre baloncesto y golpeando en varias ocasiones la mesa durante su intervención. Lamentó los trágicos hechos acontecidos en Uvalde, recordó los recientes asesinatos de "ancianos negros en un supermercado de Buffalo y de feligreses asiáticos en el sur de California" y criticó abiertamente a los senadores republicanos que bloquean la aprobación de la H.R.8, la ley de control de armas: "¿Cuándo vamos a hacer algo? Estoy cansado de subir aquí y ofrecer condolencias a las familias devastadas. Es suficiente. Hay 50 senadores ahora mismo que no votarán sobre ello porque quieren conservar su propio poder. Así que te pregunto a ti, Mitch McConnell, y al resto de senadores: ¿Vais a renunciar a hacer algo ante los tiroteos en colegios o supermercados? ¿Vais a poner vuestro propio deseo de poder por delante de la vida de nuestros hijos, nuestros ancianos y de la gente que va a la iglesia? (...) El 90% de nosotros estamos siendo rehenes de 50 senadores en Washington que ni siquiera van a votar lo que nosotros queremos porque quieren mantener su propio poder. Es patético".

Esta actitud no es nueva en Kerr. Como jugador no fue una estrella -nunca promedió más de nueve puntos por partido-, pero su condición de especialista en el triple le permitió gozar de una carrera de 16 cursos a las órdenes de técnicos como Phil Jackson o Gregg Popovich, referentes en su transición a los banquillos. Ha sido en esta última etapa, que arrancó en 2014, cuando ha dado rienda suelta a su activismo social y político, mostrándose frontalmente contrario al ideario de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, criticando la brutalidad policial contra la población negra y apoyando las protestas sociales y de los propios jugadores de la NBA dentro del movimiento Black Lives Matter. Hace años hubo una iniciativa que pedía que Popovich y Kerr se presentaran a las elecciones de 2020 como presidente y vicepresidente y los jugadores agradecen que nunca se esconda. "Sus palabras son poderosas. Acepto el desafío de tratar de encontrar una manera de usar mi voz y mi plataforma para lograr un cambio. Aprecio su liderazgo en eso. Ha estado haciéndolo desde que le conozco", ha dicho de él Stephen Curry, gran estrella de los Warriors.