EL Bilbao Basket logró ayer domingo culminar su temporada más meritoria desde que está en la ACB. Solo han acabado dos equipos por detrás, siempre ha vivido en el alambre de las últimas jornadas, su juego ha tenido poca brillantez durante muchas fases de esta campaña y ha tenido que superar muchas adversidades. En cierto modo, este curso ha recordado al primero de la historia del club cuando en aquella primigenia LEB-2 el equipo vio entrar y salir numerosos jugadores y tuvo dos entrenadores para acabar logrando la permanencia en un play-off ante el Alcalá.

Ahora, veinte años después, todo estaba en contra otra vez, pero a la hora de la verdad, como entonces, ha dado lo mejor de sí mismo para conseguir un objetivo que hace diez días e, incluso antes, parecía casi imposible. Pero los hombres de negro se han agarrado a ese casi, han exhibido la fortaleza mental y la intensidad que les ha faltado durante tantos partidos y han sumado tres triunfos en ocho días, seis en los últimos catorce partidos desde el parón de la Copa que es cuando, como dijo Ondrej Balvin, comenzó la temporada de verdad.

El desaparecido y recordado Manel Comas popularizó la táctica del conejo, que básicamente consiste en mantenerse siempre a distancia del objetivo, pero transmitiendo aire de rendición para, en el último momento, surgir por sorpresa para cazar la pieza que parecía perdida, que en este caso ha sido la continuidad en la Liga Endesa. El Bilbao Basket se ha salvado porque nunca ha dejado de creer en ello y porque ha seguido trabajando a la espera de la oportunidad. La victoria ante el Fuenlabrada le dio el impulso anímico necesario para afrontar sin margen de error la última semana en la que ha firmado un partido de catorce triples ante el Burgos y otro de diecisiete ayer, récord del club en la ACB. Eso significa que el equipo aparcó el miedo en el vestuario, probablemente porque ya no había nada que perder, y encontró el equilibrio necesario en su juego para coger confianza. En sus últimas tres victorias, ha promediado 91 puntos, once más de su media habitual, algo muy meritorio para una plantilla que apenas ayer domingo alcanzó su décima victoria.

La derrota del Estudiantes el viernes dio al Bilbao Basket la última palabra y todos gritaron bien alto que querían la permanencia. La afición que acompañó a los jugadores a su llegada al pabellón pegó el último empujón, como a esos ciclistas que agonizan, y los tres triples con que los hombres de negro abrieron el partido fueron una señal de que no se iban a arrugar. El Joventut, como suele ocurrir en estos casos, quiso jugar con la posible ansiedad y llegaron nueve fallos consecutivos desde la larga distancia que abrieron una minicrisis ofensiva al final del primer cuarto y el inicio del segundo. Pero dos aciertos de Ioannis Athinaiou, un tipo con mil disparos en su fusil, devolvieron la ventaja al Bilbao Basket que ya nunca más la abandonó.

A tumba abierta

Porque luego llegó un tercer cuarto sublime en el que los bilbainos se despojaron de todas sus debilidades y se lanzaron a por el partido a pecho descubierto. Cuatro de cuatro en tiros de dos, siete de nueve en triples y cinco de cinco en tiros libres fue el resultado de diez minutos a tumba abierta, con los jugadores, diez de ellos por encima de los diez puntos, disfrutando del juego por primera vez en una temporada a la que, incluso, le sobraron diez minutos que sirvieron para bajar las pulsaciones, soltar toda la tensión acumulada y recordar los malos ratos pasados por una plantilla en la que ayer jugaron cinco hombres que no estaban en la configuración inicial del verano.

A base de tapar vías de agua constantemente, el Bilbao Basket ha logrado evitar el naufragio con gente que, en el momento preciso, aportó mente limpia y piernas frescas, profesionales que se en poco tiempo entendieron el mensaje y se implicaron en la tarea de ganar, que es por lo que cobran y lo que se les pidió. La permanencia ha sido un milagro, una hazaña, una proeza, que cada cual elige la palabra que prefiera, pero se suma a la excelente, y a la vez durísima, temporada que ha vivido el baloncesto de Bizkaia con el título de liga del Bidaideak BSR y las brillantes prestaciones del Lointek Gernika. Y aún queda la postdata no menos heroica que puede escribir el Zornotza si asciende a la LEB Oro. El Bilbao Basket, como punta de lanza de todos ellos, del primero al último de sus trabajadores dentro y fuera de la cancha, del primero al último de sus ausentes aficionados, llegó ayer domingo a la meta y dejó a dos por detrás. No se le podía pedir mucho más.