El refugio de Luisa Chillida Bergareche (Donostia, 1981) debe ser el bosque. Y la pintura. Y la escultura. Y su última exposición, Basoa, que se ha abierto en la galería Ekain de la Parte Vieja donostiarra, otro “refugio” al que suele volver cada vez que tiene algo que mostrar. Su pintura y sus bosques son refugio ante todo lo malo que tiene la actualidad y que es mejor no citar, porque sería redundar en algo bien conocido. Tampoco le gusta “influir” sobre lo que los visitantes vayan a opinar, así que deja a estos cualquier tipo de consideración. Sus pinturas, de mediano y pequeño formato —“Le gustaba que fueran accesibles”—, representan árboles, en muchos casos, desnudos, de otoño o invierno. Los colores son fríos, terrosos y grisáceos, en su mayoría, aunque también rompe esta tendencia incluyendo colores como el amarillo o el verde. Destacan las formas verticales de los árboles, que se distribuyen de distintas maneras. En el tetráptico que preside una de las paredes de la galería que comanda Rita Unzurrunzaga, por ejemplo, la espesura del bosque va en aumento por acumulación, en dirección de lectura.
Los troncos, de los que en muchos casos sobresalen ramas, dibujan unas verticales que, en ciertos casos, enmarcan una especie de “frutos”, bulbos o bombillas. Es uno de los juegos que propuso la artista en su refugio, el de pasar de la figuración a la abstracción.
En un encuentro con la prensa que tuvo lugar ayer jueves, Luisa Chillida, nieta del célebre escultor donostiarra Eduardo Chillida, contó que gran parte de este 2024 la había pasado dedicada a esta serie de cuadros, aunque es una línea de trabajo con la que no había acabado. Su pulsión creativa, contó, le hacía enfocarse en un tipo de obra, que no dejaba marchar hasta que no sentía que había terminado con ella, “hasta que se agotara la fuente”. “Era muy impulsiva a la hora de trabajar, cuando me obsesionaba con algo, me obsesionaba. Y hasta que no acababa con esa obsesión no pasaba a otra”, contó la artista, quien añadió que, quizá, sus temáticas “recurrentes” no siempre eran percibidas, dado que no mostraba todo lo que creaba.
De hecho, continuó, preparando esta muestra, se dio cuenta de que hace una docena de años ya había pintado para una amiga un lienzo muy similar a los que se exhiben en Ekain. Por lo tanto, el germen del bosque había permanecido latente hasta la fecha.
La exposición fue idea de la galerista, que la motivó para que crease obra para exponer —Chillida Bergareche también se dedicaba, entre otras disciplinas, al arte decorativo y al diseño de joyas—. Empezó con las piezas más figurativas y acabó en la abstracción, centrándose “en los detalles y las formas” y olvidándose del punto de partida. La autora exploraba la “dualidad” del árbol: un espacio físico que acoge y resguarda y un concepto visual que inspiraba a reinterpretar las formas de la naturaleza.
“Solía cambiar mucho de disciplina”, contó. En su anterior estancia en la galería Ekain, por ejemplo, en vez de árboles tomó otro elemento de la naturaleza, las piedras, inspiradas por los talayots de las Islas Baleares. “La próxima exposición quizá sería sobre el cielo, no lo sé”, bromeó la artista que, pese a trabajar el collage y el grabado, también había trabajado mucho la escultura, siguiendo la tradición familiar: “También disfrutaba mucho de la escultura, pero la pintura es lo que ahora me salía”.