La compositora y cantante Zahara Puta "Quería hacer un disco con el que, solo con leer su título, se sintiera la incomodidad con la que tenemos que vivir nosotras"

A Zahara, como al resto de la humanidad, el confinamiento y la pandemia le cambiaron la vida. Aquella cantante pop con aura de cantautora que fue dejando atrás los instrumentos acústicos y orgánicos y rindiéndose a la electrónica con discos como Astronauta y su proyecto paralelo, _Juno, mientras escribía algunos libros y aparecía como conductora de varios programas musicales de Movistar +, decidió enfrentarse a sus fantasmas, cicatrizar su dolor y que, como dice ese célebre proverbio chino, de las nubes más negras cayera una lluvia limpia y fecunda.

Eso es Puta, su disco actual, editado en su propio sello, G.O.Z.Z. Records, en cuya portada aparece con una corona y una banda azul con el título en la pechera. Es un disco (editado en hasta cinco formatos) autobiográfico, confesional y explícito, en el que bucea en su dolor y airea las heridas, antes escondidas, para que cicatricen definitivamente. La terapia -profesional y musical- están en la génesis de estas canciones. "Hace exactamente un año Taylor Swift me estaba levantando del sofá. Me puso a bailar y me animó a escribir", reconoce Zahara.

Muerte y salvación

Y de ahí surgió "la necesidad de escribir compulsivamente para sobrevivir y para ahondar cada vez más profundamente en las historias de mi vida que me habían hecho daño y a las que no me había atrevido a enfrentarme", prosigue la extremeña. Eso es Puta, once canciones sobre el bullying y las agresiones machistas que había sufrido desde pequeña, así como su mala experiencia en la industria musical por su condición femenina.

Son historias de dolor y culpa, las que empezaron a atenazarla cuando recibió el primer insulto -puta, sí- con solo 12 años. "Se me hundía el mundo", recuerda. "Sentía que todo lo que me pasaba era porque me lo merecía y solo quería desaparecer si alguien me atacaba con esas cuatro letras", apostilla. La canción Merichane, que toma el nombre de la prostituta de su pueblo, expresa con dureza aquella historia adolescente y abre la puerta al resto al recuperar su dolor, que se pasea por un baño de discoteca, las urgencias de un hospital o las oficinas de una multinacional discográfica al sufrir el paternalismo heteropatriarcal.

Estas once canciones relatan muchas historias de la vida de Zahara, pasajes reales escondidos, cicatrizados pero no curados. Es un disco radicalmente íntimo y personal aunque, lamentablemente, historias de género compartidas por muchas mujeres. Historias íntimas, valientes y diría que políticas. Porque atreverse a cantar, contar y denunciarlas es una toma de postura política. La de una niña, joven y mujer que se sentía inútil, sin sangre entre tanta carne, a quien le arrebataron "lo puro e ingenuo", que llegó a barajar la muerte, que vivió el sexo salvaje y el qué dirán, que se declara "yonqui del cariño ajeno" y que acabó encontrando la fortaleza para avanzar alejándose de parejas tóxicas y acercándose a sí misma.

Puta, que huele ya a disco histórico a días de su publicación, no sería lo mismo sin la aportación musical y la producción de Martí Perarnau, conocido por su proyecto Mucho y lugarteniente de Zahara en _Juno. Él dirige esta especie de "banda sonora" de la vida de la extremeña levantada con mucha inspiración y apenas un ordenador portátil, un sintetizador Moog y un micrófono. Y el edificio sonoro se levanta sobre múltiples materiales, con la argamasa de una electrónica rica en contrastes y ritmos, que van del susurro al grito en Flotante, y se torna radical y airada en Joker.

A pesar de la lírica sangrante, el pop también planea en el disco, en forma de balada onírica en Sansa ("el único árbol al que puedo subirme está en mí") y de pop electrónico bailable en Merichane, Taylor y la fiesta rave de Berlin U5. Sí, Zahara se va a bailar tras lograr "volver a ser un ser humano". Y también rapea y se despide con Dolores, recordando varias coplas y a las mujeres que nos dieron la vida y cuidaron, y cuya libertad lastró un mundo de machos "insufribles y arrogantes". Somos precisamente nosotros, los hombres, quienes debemos, con nuestras acciones, evitar tales heridas porque Puta nos enfrenta a un espejo que arroja una imagen poco favorecedora: la del abusón del patio. Curiosamente, quien más necesita un abrazo.