“Todo su arte será el intento de esconder lo que era en realidad un trabajo intenso y laborioso. Con la idea de crear con la mayor economía de medios y simplicidad, acabará por caracterizar su obra con esa idea de felicidad que le es propia y que, en mi opinión, él mismo reivindicaba”, dijo a Efe la comisaria, Aurélie Verdier. La exposición busca unirse a los festejos por el 150 aniversario del nacimiento de Matisse (Le Cateau-Cambrésis 1869 - Niza, 1954) mostrando una de las mayores colecciones sobre el artista. La danza, La alegría de vivir, Interior con berenjenas, Las tres hermanas, La blusa rumana o La tristeza del rey, pero también sus retratos, autorretratos, dibujos e incluso vidrieras se exhiben en el Pompidou hasta el 22 de febrero. En total, 230 obras y 70 documentos y archivos que recuperan más de cinco décadas de trabajo, desde sus tardíos inicios como pintor en 1890 hasta poco antes de morir.

Muchos lienzos y documentos, procedentes de distintos museos de Francia y el extranjero, permanecen normalmente ocultos en los archivos por su extrema fragilidad. Es una exhibición única para sus admiradores. “El visitante descubrirá toda la dimensión, las técnicas adoptadas por Matisse, por supuesto la pintura pero también el dibujo, capital para él, la escultura, menos conocida, y los grandes collage recortados que fueron la forma de unir dibujo y color, dibujo y pintura”, explica Verdier.

Matisse, comme un roman (Matisse, como una novela) está narrada desde una perspectiva literaria en un homenaje también al libro ilustrado que Louis Aragon le dedicó en 1971: Henri Matisse, roman. Cada sala descubre una fase de la obra de Matisse desde la pluma de críticos y escritores como Duthuit, Fourcade, Greenberg, Charles Lewis Hind o el propio pintor que, según Verdier, era capaz de explicar su obra como nadie. “Abordar la exposición así me ha permitido estudiar los enlaces entre las distintas escrituras de Matisse: la plástica y la de las palabras, como hizo él en el libro Jazz, que articula texto e imagen y habla muy bien de quién es”, añade. Asociado al fauvismo en un primer momento, destacó como un librepensador toda su vida y nunca dejó de buscar nuevas formas de expresión, como muestran las vidrieras a partir de papeles recortados que fabricó en sus últimos años para la capilla del Rosario de Vence.

Tras una operación grave en 1941, su situación física no le permitía pintar con tanta soltura: las tijeras se convirtieron en el pincel con el que dibujaría la última etapa. Los bocetos a escala construidos para esa capilla, expuestos en el Pompidou, son el reflejo más claro del empeño de una vida: encontrar en el color la vitalidad para las horas más difíciles.