Originals (Warner) es el segundo disco póstumo de Prince tras Piano & a microphone 1983. El actual, que no será el último dada la hiperactividad del genio de Minneapolis, contiene 15 canciones, todas inéditas menos una, que compuso en su periodo de mayor éxito, en los primeros 80, y que cedió a Sheila E., The Time, The Bangles, Martika, Sinead O’Connor y al músico country Kenny Rogers. Ahora aparecen tocadas y cantadas por él, tres años después de su muerte.

Fue el 21 de abril de 2016 cuando Prince Rogers Nelson, nacido en 1958 en Minneapolis, falleció en Paisley Park. Más de tres años después su leyenda sigue viva; y sus canciones, de Kiss a When doves cry, Sign of the times o Let’s go crazy, nunca morirán. Cualquiera que le conociera mínimamente sabe de su peculiar personalidad, su arisca relación con las discográficas y sus gestores, a los que se enfrentó en numerosas ocasiones, y, por encima de todo, de su pasión por el trabajo.

Multiinstrumentista, era capaz de aparecer como el único músico y cantante de sus discos, gracias a la superposición de capas de instrumentos y voces, de aparecer en un club de forma sorpresiva después de haber ofrecido un concierto oficial de dos horas o de encerrarse durante casi semanas en su estudio de Paisley Park, su residencia oficial, cuando se sentía creativo.

¡Vamos, que era un obseso de su profesión! Por ello, en su esplendor, cuando lideraba el trono del pop y el rock con Springsteen y Madonna gracias a discos como Purple rain tras sorprender con su propuesta negra y sexual en Dirty mind y 1999, a Prince le sobraban las canciones, que crecían en sus archivos como champiñones en una primavera lluviosa.

liberación Tras su muerte, ese archivo (The Vault) de inéditos y versiones ordenado “de manera poco convencional”, según sus gestores, empieza a liberarse. Tras el lanzamiento del año pasado, un concierto íntimo grabado a pelo, solo a voz y piano, llega Originals, un disco con 15 canciones, 14 de ellas inéditas, que muestra el papel fundamental que Prince desempeñó en la carrera de otros músicos, la mayoría mujeres que orbitaron en su entorno (artístico y personal; a veces, en ambos), a quienes cedió su repertorio sobrante.

Aunque se presentan como maquetas de su estudio, el sonido de Originals, que se lanza también en dos vinilos de color púrpura y en una edición con un libro, resiste la comparación con discos profesionales y se manifiesta como una unidad porque sus temas se compusieron y grabaron entre 1981 y 1984, en su mayor parte. Y estilísticamente suenan como un todo, lejos del recopilatorio de canciones sin nexo alguno.

El CD, un compendio de éxitos en la voz de sus intérpretes y temas más oscuros, refleja fielmente el sonido Prince ochentero, caracaterizado por un funk muy rítmico, con bases marcadas, barridos de sintetizadores y alto componente electrónico. Ahí sobresalen Sex shooter, que cedió a Apollonia 6; Jungle love, a su grupo The Time; y Holly rock, fiestón de funk irrefrenable de más de seis minutos con fraseos rap y percusiones de Sheila E., que ella editó posteriormente.

El resto incluye las conocidas y poperas Manic Monday y Nothing compares 2 U, nº 1 ambas a cargo de The Bangles y Sinead O’Connor, respectivamente, así como varias baladas cremosas y sensuales, alguna de profundo aire soul, como Baby, you’re a trip, que cantó Jill Jones, y otras más prescindibles, como You’re my love, que cedió al vaquero Kenny Rogers.

Algunos se preguntan estos días si Prince hubiera avalado la publicación de Originals debido a su fuerte componente sexual, ya que se convirtió a los Testigos de Jehová. Lo innegable es lo lúbrico de su música y, especialmente, de sus letras. En Jungle love canta que le gustaría enseñar “mi amor selvático”, en Sex shooter dice ser “una bomba a punto de explotar” antes de pedir que “besen mi arma”, y en 100 MPH busca ir más lento y pide “una amante que puede frenarme” porque “voy a 100 millas por hora”.