Hasta seis oleadas han prosperado en las calles de Bilbao para transformarse en una única corriente de cambio, en progreso hacia una comunidad que tenga más en cuenta a todas las mujeres y especialmente a aquellas más vulnerables porque sus empleos están precarizados y a esas otras, miles también, que soportan la sobrecarga de los cuidados y la crianza en el hogar. Media docena de columnas humanas, informales e inconformistas a la vez que enérgicas y pletóricas, en defensa de la igualdad en otros tantos puntos estratégicos del botxo.

Y podían haber sido más. La calle Trauko, Santutxu, el puente de San Antón, la plaza de Rekalde, la de Indautxu y la de Deusto han sido los lugares elegidos por el movimiento Bilbo Feminista Saretzen para exigir, un año más, cambios de calado que no agranden las brechas sociales, culturales y económicas que separan a hombres y mujeres. Podían haber sido más porque, como el covid-19, las desigualdades no entienden de barrios.

Manifestación 8-M en Bilbao

Manifestación 8-M en Bilbao

Y sobre todo porque cada vez son más las voces que piden no parar la lucha contra todos esos desequilibrios. "Las feministas tenemos mucha fuerza colectiva y este año salimos a la calle a revertir el orden establecidos. Esto tiene que cambiar ya", subrayan Aitziber Jiménez y María Viadero, portavoces de este colectivo. Conceptos trasnochados -y machistas- siguen atascando el camino hacia la igualdad. Como también lo hace la inestabilidad laboral en la que desde Bilbo Feminista Saretzen han hecho hincapié este 8 de marzo.

La pobreza que escolta sin remedio a empleos desempeñados casi siempre por mujeres tampoco ayuda y, en estos últimos años, la pandemia ha engendrado una nueva cicatriz cuyos daños colaterales más graves han impactado también en las mujeres. De hecho, la crisis sanitaria no ha hecho más que evidenciar un escenario de injusticia social y económica arrastrado por generaciones anteriores.

La desigual distribución de los cuidados en todas sus vertientes -en el hogar propio y en el ajeno, pero también los profesionalizados- ha sido este año la piedra de toque del movimiento feminista. Tal y como denunciaron, el sistema está viciado por una herencia social, cultural, política y económica. "Responde a una lógica profundamente heteropatriarcal, capitalista y colonial", describen las portavoces.

Por eso han reivindicado un año más la valía del feminismo como "motor de cambio y de lucha" para atajar el inagotable catálogo de acciones que todavía a día de hoy condicionan su libertad y sus derechos; las oprimen y discriminan por el hecho de ser mujer; migradas y racializadas sobre todo, pero también autóctonas.

Muchas de ellas trabajan "en condiciones de explotación" como empleadas del hogar con jornadas de 60 y hasta 80 horas, denuncian. "Demandamos el reconocimiento y la diferenciación de su trabajo como cuidadoras, la erradicación del empleo de hogar interno y la regularización de miles de mujeres que están cuidando de la dependencia y están en situación administrativa irregular", declararon a la conclusión de la multitudinaria manifestación.

Miles de personas se manifiestan por el 8-M en Bilbao

Miles de personas se manifiestan por el 8-M en Bilbao

Entre las miles de personas que han acompañado la marcha con lemas reivindicativos había trabajadoras domésticas, las únicas profesionales sin derecho al paro y a las que el Gobierno de Pedro Sánchez deberá dar solución después de que Europa le haya sacado los colores a la Administración española. Y no se han olvidado de ese otro trabajo de cuidados no remunerado: el que se oficia en los hogares sin reconocimiento social ni remuneración económica casi siempre y en mayor proporción por las mujeres.

Muchas veces, además, compaginándolo con el que sí cotiza a la Seguridad Social en precario, de forma intermitente y con bajas cotizaciones, lo que luego afecta a las pensiones. Todo esto conduce a un futuro de mayor precariedad y de vulnerabilidad, desprotegidas de derechos a pesar de haber cargado con los cuidados doméstico-familiares y laborales durante años. "Las feministas tenemos mucha fuerza colectiva y este año salimos a la calle para revertir el orden establecido. Esto tiene que cambiar ya€", insistieron después de haber reivindicado un sistema de cuidados público, universal y de calidad que no funcione al mandado del mercado.

También se ha aprovechado para exigir a la clase política el reconocimiento social y laboral de las mujeres venidas de otras latitudes "que en condiciones de esclavitud sostienen la vida" en Bizkaia. Por eso mismo, para que la presión reivindicativa hacia las instituciones y esferas de poder sea mayor, abogaron por acordar espacios comunes en barrios, localidades y ciudades, recuperar redes de trabajo y reforzar el pensamiento crítico y el activismo. Y Koloretxe, la Casa de las Mujeres de Bilbao, resuena otra vez en la comunidad feminista del botxo.