Bilbao - Intxausti dirige la Escuela Universitaria de Magisterio Begoñako Andra Mari y asegura que el nuevo edificio para el centro es una oportunidad. “Es una demanda que llevábamos solicitando desde hace más de una década”, asegura. Así, relata que se encuentran “muy ilusionados”.

¿Qué supone para la escuela el proyecto de nuevo edificio impulsado por la Diócesis?

-Una de las palancas de cambio de todo esto ha sido la demanda que nuestra escuela lleva planteando desde hace más de diez años porque necesitamos unas nuevas instalaciones y poner una escuela del siglo XX en el siglo XXI. Las instalaciones que tenemos ahora se nos quedan pequeñas para el desarrollo de la actividad académica según los estándares que nos pide el espacio europeo de educación superior. Por un lado tenemos la oportunidad que no podemos rechazar de tener una infraestructura acorde a nuestras necesidades y por otro lado la posibilidad que ese servicio académico que ofrecemos estará complementado por el servicio que prestan otras instituciones que van a venir a la sede que compartiremos como el archivo eclesiástico histórico de Bizkaia. Nosotros tenemos nuestra propia biblioteca con en torno a 3.000 volúmenes, en la nueva sede se agregarán las bibliotecas de algunas instituciones y vamos a disponer de una gran biblioteca con un fondo antiguo de mucho valor. Además, la vocación es que esta biblioteca también sea de uso público.

El primer contacto lo tuvieron en 2017. ¿Cómo ha sido el proceso?

-Los órganos de gobierno de la Diócesis plantearon la reflexión sobre un proyecto de una sede unificada, hicieron un estudio y nos lo presentaron a los responsables de las instituciones diocesanas implicadas. Como no podía ser de otra manera tuvo una acogida muy positiva y muy ilusionada porque era una demanda que teníamos nosotros desde hace más de una década. La apuesta de la escuela y de sus profesionales por poder prestar el servicio que prestamos en unas instalaciones acordes a lo que necesita el alumnado para que el servicio sea todavía mejor, muestra también el compromiso que nuestro personal tiene con su desempeño profesional y con los estudiantes. Tenemos 700 alumnos y queremos que estén lo más cómodos y lo mejor dotados con las infraestructuras para desempeñar su actividad académica.

¿En algún momento imaginaron el revuelo que se generaría?

-Hay familias del colegio Cervantes que muestran su recelo al proyecto pero también hay muchos vecinos que nos han transmitido su apoyo y que les parece que es una gran oportunidad, no solo para el barrio sino que también para la ciudad. A nosotros nos sorprende mucho esa reivindicación de lo que es nuestro patio, que nunca ha sido un espacio público porque hay un muro de dos metros y para nosotros es un aula más donde se desarrollan clases. Nos ha llamado mucho la atención que haya provocado tanto revuelo porque nos parece que el beneficio que va a aportar este proyecto al barrio es innegable, irrenunciable y no terminamos de entender muy bien la motivación de la protesta.

¿Cómo serán los próximos meses para la escuela?

-Llevamos aproximadamente un mes planificando el traslado, que tiene que compatibilizarse con la actividad académica porque hasta el 24 de julio no cerramos la escuela. Simultáneamente estamos trasladando cosas a la ubicación provisional en la calle Ugasko en el edificio Plaza, que también hay que adecuar un poco los espacios aunque están muy bien porque está preparado para la docencia. Ahora nos toca un poco esa vorágine que tiene también el aliciente del cambio que es un paso intermedio para luego volver a una ubicación que va a ser lo que realmente queremos, que se va a construir según nuestras necesidades y pensando en que va a ser un espacio para formar maestros que transformen el sistema educativo de Euskadi.

La ilusión estará presente.

-Sí, lo estamos abordando con mucha ilusión y con muchas ganas porque, en cualquier caso, el cambio ya es una oportunidad para hacer las cosas diferentes y es la oportunidad para ensayar cosas que queremos luego hacer en la nueva sede. Este espacio provisional nos permite jugar un poco, cambiar maneras de hacer, las dinámicas... Incluso este cambio provisional lo estamos viviendo como una oportunidad. El alumnado, además, lo ha acogido bien y al final está a menos de kilómetro y medio de donde estamos actualmente.