Permitidme transcribir la carta de un alpinista bilbaino en la que veremos cómo eran las tortillas de patatas del primer refugio montañero construido en Euzkadi, el poco chorizo que llevaban, así como algunas actitudes impúdicas y malignas del momento y lugar.

En un anterior artículo publicado el 9 de julio (Guerras y guerrillas en el origen del alpinismo vasco) contaba cómo los pioneros montañeros apodados Los Ganekogortos, hace siglo y medio, en sus salidas para meterse en cuevas, andaban al lado de algunos excombatientes carlistas del batallón Ugarte, escapados de la derrota en Abadiño.

47 años después de aquella circunstancia, en 1925, en el monte Pagasarri, un 12 de junio, es cuando el Club Deportivo Bilbao primero, y la Federación Vasconavarra de Alpinismo, después, reciben una carta que contiene la queja del federado Ángel Angulo quien da cuenta de lo que la propia entidad federativa califica en su respuesta como “repugnantes sucesos” y solicita la intervención de la Guardia Civil.

Dice así la misiva: “Muy Señor mío. Me creo en el deber de poner en su conocimiento el abuso que se está cometiendo con los alpinistas en el refugio de Pagasarri, creado por ese club, con fines tan prácticos y no de lucro. Ayer día del Corpus, encargué en el cobertizo para el firmante y tres amigos más una tortilla de seis huevos con un poco de chorizo, que éste luego resultó ser tan poco, que no se llegó a ver nada más que en el centro de la tortilla, la que comimos, ayudada de una azumbre de sidra y compramos un pan de kilo, bien, estábamos, de lo que nos iban a cobrar, al pedir la cuenta, nos exigieron por el pago de este almuerzo, la cantidad de ocho pesetas con noventa céntimos.

El refugio del Pagasarri es un lugar de referencia para los mendizales.

Antes de esta falta en la parte de cobrar, vimos espectáculos desvergonzantes, ocasionados por una partida de jóvenes, acompañados de dos señoras de mala nota y vida alegre a los que hubo que llamar la atención, se alejaron algo para hacer ciertas cosas, pero no habiéndose escondido lo suficiente, otro grupo de pacíficos alpinistas que los pillaron en posturas difíciles de indicar, creyeron más conveniente el lanzarles algunas piedras para alejarles.

Siento mucho no pertenecer a esa sociedad tan entusiasta de este deporte, pero creyendo que mi indicación podría ser bien y hasta se consiga de quien corresponda el que, dada la gran aglomeración de público, que acude y acudirá a este monte en los próximos domingos de este verano, mande una pareja de la Guardia Civil como el año pasado recuerdo se hacía.

Como referencia de todo lo manifestado de cierto y de mi seriedad y amor al alpinismo, siendo por conveniencia mi monte predilecto Pagasarri al que acudo todos los días festivos, pueden informarse del firmante, y del socio de esa sociedad, D Lorenzo Arambarri.

Rogándole ponga todo su interés en solucionar estos abusos queda de Ud atento. Ángel Angulo”.

El refugio del Pagasarri es propiedad del Ayuntamiento de Bilbao y hace pocas semanas el último regente se jubiló y, durante unas horas, la noticia fue que se cerraba hasta no convocar un nuevo concurso de explotación. La pena nos embargó a tantos montañeros que lo utilizamos, como lo hicieron nuestros antepasados desde hace 108 años. Horas después, y tras una propuesta de los trabajadores del refugio, el Consistorio aceptó una prórroga para que este referente del montañismo vasco no cerrase. Hay cosas como esta, que caen por su propio peso. Muchas veces la burocracia ineficaz, no ayuda en nada. Buena solución municipal.

Eso sí, las tortillas que podemos degustar actualmente en el aterpe bilbaino son de mucha enjundia, con fundamento y riquísimas, sin duda.