“Cada vez es más la gente que a la altura del barrio de Ballonti en Portugalete dejan a un lado el bidegorri que va a la playa de La Arena para adentrarse por la ruta del antiguo camino real que les acerca por Urioste hasta Ortuella y de allí a Abanto-Zierbena y Zierbena para llegar luego al albergue de Pobeña en Muskiz”, describe el uriostarra Gaizka Sarasola, que desde hace casi seis años regenta junto a la santurtziarra Marisa Axpe esta tasca que con más de cien años en funcionamiento aún mantiene la apariencia y el espíritu de una antigua taberna de pueblo. “Casi tiene tantos años como los que tiene la casa en la que está ubicado”, señala Marisa, quien asegura que este punto del camino es muy apropiado porque desde “Portugalete hasta Pobeña por el bidegorri no hay ningún lugar donde avituallarse o tomar algo sobre todo para los que llegan a esta zona a mediodía con una buena caminata si vienen directos desde Bilbao. Supongo que los anteriores inquilinos observando a los peregrinos se dieron cuenta de ello y decidieron poner en marcha lo del sello compostelano para promocionarse y que nosotros mantenemos a día de hoy junto con un libro donde pueden dejar mensajes”, reseña Marisa.

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo empezó a crecer el número de peregrinos que se acercan al bar Luis, o el de La Burrera como también es conocido en la zona minera porque ahí se asaban burritos de encargo, o la Tiendilla, como aún la llaman cariñosamente algunos mayores de este barrio señero que en más de una ocasión, de niños, fueron a comprar viandas al colmado que ocupaba la mitad de la barra del singular establecimiento.

“Lo único que sabemos es que hace unos 8 años regentó el bar una pareja que creemos que a través de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago obtuvo el permiso para poder sellar la cartilla compostelana con el nombre de esta parada del camino. Supongo que tuvieron la visión al observar que este era un punto a medio camino y que no había nada en este tramo”, reitera Marisa Axpe ante la mirada cómplice de Ana Rodríguez, natural de Intxaurdi-Nocedal, que durante 37 años -antes de la puesta en marcha del sello- trabajó y luego regentó esta peculiar parada junto con su marido, Luis Torre. “Cuando lo tuvimos nosotros ya pasaban peregrinos camino de Pobeña; lo que pasa es que nosotros no les poníamos ningún sello. Simplemente les atendíamos con un trato amable facilitándoles en todo lo posible el camino hasta Pobeña”, apunta Ana Rodríguez.

Taxi Fruto de este largo tiempo de atención del bar Luis, Luis y Ana atesoran multitud de anécdotas acaecidas con diversos peregrinos. “Un año pararon varias personas que venían con un grupo de folklore de ingleses o irlandeses y pararon a tomar algo. Empezaron tomando unos vinos y como aquí es costumbre desde hace muchos años poner una tapa de cacahuetes, se animaron a seguir bebiendo hasta que se empezaron a animar y se pusieron a bailar en el bar. A una de las que vinieron hubo que tumbarla en un banco del bar para que descansara pero los otros seguían de juerga. Al final les tuvimos que llevar en taxi hasta un hospedaje en Ontón”, recuerda Ana, quien sostiene que el peregrino que entra en el bar Luis siempre se ha ido agradecido por el trato encontrado.

Una costumbre que no ha decido porque, como remarca Marisa Axpe, no es solo por la atención en el bar, que les regala la primera consumición si sellan la compostelana, si no por la implicación de los vecinos. Aquí siempre hay alguien que chapurrea inglés y se hace entender e incluso se les ha ofrecido cama a gente que venía mal y más de uno ha dormido en el porche de la iglesia de la Madalena”, añade Marisa. Para esta hostelera el peregrino que pasa por aquí es muy variado. “Desde el señor que tuvo que ser ayudado por la Ertzaintza para salir de Bilbao con sus caballos hasta una pareja de italianos que veían recogiendo perros abandonados a los que luego iban buscándoles hogar según hacían la ruta”, comenta Marisa.

Peregrinos a los que cuidan con cariño los parroquianos de este bar que fue tienda y que tuvo hasta barbería. “Atendía a los clientes que solían esperar turno mientras tomaban algo en el bar”, recuerda Ana Rodríguez.