El mítico kiosco del Hospital de Basurto ya tiene relevo. Su anterior propietaria, Mónica, señaló a este periódico el pasado mes de abril que había llegado "el momento de parar", siendo el 29 de abril el último día en el que el negocio estuvo abierto. Ahora, Julen Azpitarte, de 61 años, ha tomado las riendas del kiosco ubicado en la zona de consultas externas del centro hospitalario de Basurto. "Esto no podía verlo cerrado", asegura.
Confiesa que un día, después de escuchar en Radio Nervión que el kiosko iba a echar la persiana, pasaron por el hospital y, efectivamente, lo vieron cerrado. "Me dice mi mujer, oye, ¿y por qué no miras qué es lo que pasa con el kiosco? Pregunté y me explicaron que si querría cogerlo, podría meter los datos. Y así lo hice", asevera.
Con la ayuda de su asesora, dio el paso adelante para coger el kiosco que Mónica dejó hace cuatro meses. "El 1 de septiembre lo abrí corriendo y todavía sin terminar de montar", matiza. No obstante, una vez levantada la persiana, el goteo de personas que acuden al lugar bien para comprar el periódico, alguna revista o para adquirir alguna chuchería o, uno de los mayores reclamos en estas fechas, la lotería de Navidad, no cesa. "Especialmente en la lotería, que es básicamente lo más importante en estos momentos", puntualiza. En este sentido, reconoce que "como toda la vida ha estado este número aquí".
"Un trabajo un poco más sencillo"
Tras estar todo el verano cerrado, Azpitarte afirma que la acogida ha sido más que buena. "A la gente le gusta tener las cosas al alcance de la mano", señala Julen, quien también tiene la tienda de Lore-Toki, en Rekalde, lugar al que acudían a comprarle revistas: "ahora las pueden comprar allí o aquí". Lo que ha observado estos primeros días es que las personas que acuden llegan con "esperanza de que en el hospital les puedan ayudar".
Julen estuvo dos o tres años de albañil y aunque tiene "energía", ha buscado "un trabajo un poco más sencillo" teniendo en cuenta que anteriormente trabajaba "doce horas como marmolista en la zona de Durango". En esos momentos, Azpitarte "no tenía tiempo para ver a mi mujer. Salía a la mañana y me volvía alrededor de las ocho o nueve de la noche". Una situación que ha cambiado por completo. "Aquí tengo casi toda la tarde que estoy con ella entonces claro, es una calidad de vida", asegura.
En este sentido, también se ha formado como cerrajero. De hecho, a modo de anécdota recuerda que en la tienda de Rekalde entró una mujer, clienta habitual, diciéndole que había cerrado la puerta de casa dejando la llave dentro. En cuestión de unos minutos acudió allí y le abrió la puerta. "Hay personas que consiguen un trabajo y eso es todo, yo no. De alguna manera lo que quiero mirar es tener más fuentes de ingreso", puntualiza. "Siempre digo que guarden mi número de teléfono porque nunca se sabe cuándo puede hacerles falta", asevera.
Mantener los comercios de barrio
Julen Azpitarte es uno de los que apuesta claramente por mantener los comercios de barrio. "Dentro de poco una de cada pocas personas va a tener más de sesenta años. ¿Dónde va a comprar? ¿Todo por internet? ¿Va a salir al barrio y no va a tener nada para comprar?", se cuestiona Azpitarte. En este sentido, es otra de las razones por las que decidió reabrir el kiosco.