Las obras para cambiar drásticamente la apariencia de las tiendas adheridas a la catedral de Santiago han dado comienzo. Según adelantó este periódico en junio, Surbisa concedió la licencia para la rehabilitación integral de estos locales que se sitúan en la parte trasera de la iglesia gótica con el objetivo de que puedan integrarse con más coherencia dentro del conjunto comercial del Casco Viejo. Quienes paseen estos días por la zona histórica de la ciudad observarán que el espacio está vallado y ya ha comenzado el derribo de los pequeños comercios. Está previsto que una vez se acometa la demolición y las tiendas vuelvan a edificarse.
Una de las condiciones impuestas por la sociedad urbanística municipal para dar luz verde al proyecto era que todos los establecimientos, cuya titularidad es privada, ejecutaran la reforma paralelamente. Sin embargo, la iniciativa para dar una nueva vida a los comercios del ábside exterior de la catedral bilbaina ha estado paralizada un par de años debido a la discrepancia de opiniones entre los propietarios. Los cinco locales llevan al menos un lustro cerrados mientras el centro histórico bilbaino se llena de turistas que observan con sorpresa la imagen de deterioro que representan, con multitud de pintadas y carteles que dan cuenta de su abandono.
A pesar de que ninguna administración –ni el Ayuntamiento de Bilbao, ni la Diputación Foral de Bizkaia, ni la Diócesis de Bizkaia– es capaz de detallar con exactitud el origen de estas tiendas y todos coinciden en apuntar que su procedencia es anterior al siglo XX, no cuentan con ninguna protección. No obstante, el Consistorio bilbaino se opuso a su derribo después de que en 1983, tras las trágicas inundaciones, el Gobierno vasco planteara su eliminación para que iglesia recuperara su arquitectura original con el argumento de que las tiendas tenían su origen en la época del medievo.
Con todo, su falta de protección facilitará que puedan ser derribados, lo que permitirá, a su vez, aprovechar la coyuntura para adecentar la fachada trasera del templo, cuya piedra está ennegrecida por el paso del tiempo y no corresponde al resto del conjunto monumental. Posteriormente, las tiendas volverán a erigirse en base al nuevo proyecto de edificación en el que se plantea reducir el número de locales de cinco a tres. De esa manera, se conseguirá que los pequeños locales, que actualmente suman entre cuatro y siete metros cuadrados, puedan ser un poco más grandes y, además, podrán construir unos baños para el uso de los propios comerciantes. Fuentes conocedoras de la iniciativa revelan que los locales, que se pondrán en alquiler tras su reforma, estarán conectados por una pequeña galería.
El proyecto está capitaneado por los responsables de Helados Capra, empresa familiar que en la actualidad cuenta con más de 20 puntos de venta en Bizkaia y Cantabria. Sin embargo, es precisamente en la parte trasera de la catedral de Santiago donde los maestros heladeros abrieron su primer negocio en 1980, bajo el nombre de Capri. Está previsto que tras la reforma vuelvan a ocupar uno de los locales que, además, contará con una pequeña terraza en el exterior.
Antes de su cierre definitivo, los locales han albergado negocios de toda índole, como una relojería, una colchonería o un estanco. Sin embargo, la deriva de la tipología de locales que abren en el Casco Viejo hace pensar que los locales de la basílica –donde ya hay una pequeña tienda de cerámica en uno de sus laterales– podrían acoger negocios con una orientación dirigida al turismo.