Se han convertido en parte del paisaje urbano de la villa durante el verano. Los puestos de los helados con estilo botxero en rojo y blanco y con la B de Bilbao que los identifican claramente cumplen 15 años de la mano del municipio y Helados Capra.
Una empresa de Bilbao de toda la vida que nació hace casi medio siglo vendiendo cucuruchos Pedro y Victoriano en unos pequeños kioscos de madera ubicados a cada lado del Puente de El Arenal. El negocio no se fundió y decidieron instalarse en 1980 en los locales pegados a la trasera de la Catedral de Santiago en el Casco Viejo bilbaino y desde ahí comenzaron a crecer con la calidad de sus productos artesanos, a pesar de que la empresa casi desaparece con las inundaciones de 1983. Curiosamente cuando abrieron el local, en julio de 1980, la firma se llamaba Helados Capri, con claras reminiscencias italianas.
Lo recuerda muy bien Álvaro López, director gerente de la empresa y a la vez nieto y sobrino de los dos emprendedores que querían refrescar a los bilbainos de entonces con helados elaborados solo con ingredientes naturales utilizando las recetas tradicionales. “Y hoy seguimos con las mismas fórmulas que nos enseñó nuestro abuelo”, dice orgulloso esta tercera generación de heladeros locales.
Desde entonces las cosas han cambiado mucho. La firma se ha extendido por varios municipios del territorio, sobre todo costeros, y sus puestos de venta se ven casi todos los veranos también en días de fiestas patronales de otras localidades. Así mismo, también tiene presencia en Cantabria. Suma en la actualidad “alrededor de 35 puntos de venta, incluidas tiendas en locales, aunque el número pueden variar en función de las circunstancias”, destaca Álvaro López.
Y siempre vendiendo exclusivamente helado artesano. Los puestos de la firma no son un minibazar donde se oferta de todo “y eso que nos han propuesto multitud de opciones para vender desde tarjetas para los móviles hasta kits de higiene personal” reconoce el responsable. “Nos hemos mantenido solo con los helados en nuestros kioscos, creemos que es lo que tenemos que vender y solo hay una excepción: los paquetes de patatas fritas que vendemos porque también lo hacía mi abuelo como alternativa para los días nublados”.
El nudo gordiano de su negocio se asienta en Bilbao. En 2009 y tras un acuerdo con el Ayuntamiento, que quería una estética más coordinada para este tipo de puestos, diseñaron una estructura del puesto botxera que no ha cambiado desde entonces.
En la capital vizcaina es donde más puestos mantiene abiertos en la época estival, un periodo temporal que también ha variado con las décadas. “Antes abríamos de finales de mayo a mediados de septiembre, ahora servimos desde marzo hasta octubre”, detalla López, a la vez que proclama que “los helados no son solo para los días de mucho calor”. Sin embargo, el tiempo climático influye y mucho en este negocio tan pegado a refrescar el paladar.
Mal verano
Reconoce que “dependemos de que día hace para todo y este verano esta siendo muy duro”. Cifra en cinco días “los de auténtico verano en los que se ha vendido bien”, pero este heladero mira a la temporada en su conjunto. “Hasta que no llegamos al final de verano no podemos hacer balance real porque puede haber épocas malas pero luego llega una semana de mucho calor y todo cambia”, describe.
Una montaña rusa loca de demanda que siempre tiene una oferta a punto. En las instalaciones del obrador que tiene la firma en Trapagaran tienen capacidad para almacenar grandes cantidades de helado que “puede aguantar hasta un año congelado con las cámaras adecuadas”, detalla López. Tienen maquinaria especializada capaz de no producir nada en una semana o generar gran cantidad de producto en caso de que el asfixiante calor urbano se prolongue muchas jornadas. Otro secreto desvelado es que se venden muchos más helados por la tarde que por la mañana “por eso algunos puestos permanecen cerrados en horario matutino”.