SI algún seguidor del Bilbao Basket tenía alguna preocupación ya puede quitársela de encima y empezar a hacer otro tipo de cuentas. Con once victorias en el inicio de la segunda vuelta, el objetivo de la permanencia está virtualmente conseguido por no decir ya asegurado. No es solo que los hombres de negro distancien en siete partidos a los puestos de descenso, casi la mitad de los que quedan por jugar, sino que han entrado en un estado de trance y no se ve la manera de que pueden enganchar una racha tan negativa como para volver a generar preocupación. El equipo de Álex Mumbrú ha llegado a un punto en el que aún cuando iba perdiendo ayer por ocho puntos al inicio del segundo cuarto y estaba jugando bastante mal había confianza en que las cosas podían cambiar.

La fe mueve al Bilbao Basket, que funciona sin importar quién esté en la cancha y eso es una magnífica noticia, sobre todo porque antes de arrancar la temporada muchos pensaban que eran la peor plantilla de la Liga Endesa. A estas alturas, los bilbainos ganan pese a que durante los encuentros tienen lagunas que solventan con la participación de todos, sin desviarse del plan y con una virtud que nadie esperaba: hacer largos los partidos a los rivales. Ayer se medían las dos mejores rachas de la competición, dos equipos, sobre todo el Manresa, que han hecho de la agonía su modo de vida y un final igualado habría sido peligroso. Pero el Bilbao Basket lo evitó porque tuvo una marcha más que su rival.

Mumbrú fue encontrando soluciones a los problemas. El primero de ellos venía arrastrado por la gripe que había debilitado a Sergio Rodríguez durante la semana. Luego, llegaron las tempranas tres faltas de Emir Sulejmanovic. El técnico tuvo que alargar su rotación habitual y Tomeu Rigo y Iván Cruz suplieron los minutos de menos del canario y el bosnio con un buen tono para que el equipo mantuviera su línea habitual y pudiera recortar poco a poco. Ben Lammers tuvo mucho que ver en ello ya que su primera entrada en cancha cambió, otra vez, la cara a la defensa del Bilbao Basket por su capacidad para ocupar el espacio de dos.

Después, los hombres de negro tuvieron que ir resolviendo la defensa del Manresa, que se centró mucho en Axel Bouteille, incluso con situaciones de caja y uno. El francés abusó en ocasiones del bote y se quedó lejos de sus porcentajes habituales, pero su equipo no lo acusó. Los dos bases y Rafa Martínez encontraron más espacios para sus tiros y para compensar los puntos de Bouteille, pero sobre todo la atención que dispensaron al ex del Limoges provocó un agujero en la zona catalana por el que después del descanso se colaron a degüello Lammers y Sulejmanovic. Ocho rebotes ofensivos capturaron entre los dos en la segunda mitad. Su energía contagió a la grada y provocó que el Bilbao Basket lograra sumar 25 puntos de segunda oportunidad.

En defensa, el conjunto vizcaino también fue ajustándose tácticamente después de un primer cuarto en el que concedió nueve asistencias a su rival ya que le permitió circular el balón con comodidad. A partir de la mitad del segundo cuarto, el Bilbao Basket dio un paso adelante y el ataque manresano empezó a sufrir. En este sentido, fue inteligente que Mumbrú decidiera conceder el tiro a Dani Pérez. El base catalán metió algunos tiros que podían haber sido evitados, pero a cambio no pudo involucrar a sus compañeros a partir del bloqueo directo, que es lo que mejor hace.

Más preocupante era ver entrar en racha a Deividas Dulkys desde el perímetro, pero el lituano anotó los triples que mantuvieron a su equipo en el partido hasta el 79-74, pero falló los que podían haber provocado un final más apretado. Se encargó de evitarlo Lammers con dos canasta seguidas: una desde el tiro libre, algo que ha añadido a su repertorio ofensivo, y otra con mate tras rebote ofensivo, habitual en él. El estadounidense va elevando su techo a la par que lo hace el Bilbao Basket, que tendrá que buscar nuevos objetivos para no dejarse ir y seguir disfrutando de la temporada.