La Copa mola. El eslogan lo acuñó hace algunos años la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) cuando trataba de encontrar un formato atractivo para una competición en clara decadencia. Pareció dar con la tecla, pero año tras año sus dirigentes se empeñan en agregar algunos matices que desprenden cierto mal olor, como que los cuatro de la Supercopa mantengan, también en octavos, sus privilegios, que no son pocos.

Por eso, la Copa mola, pero depende. Porque si el Athletic hubiera caído ayer ante el Ourense, un rival de Primera RFEF cabría decir lo contrario. Clasificación, amigo, que diría aquel. Lo que viene a demostrar que lo único importante en un torneo como este es pasar de ronda. Y el equipo rojiblanco lo hizo. En condiciones normales, con un poco de acierto ante la portería rival, se hubiera ahorrado la prórroga. Pero eso, a día de hoy, es mucho pedir. Por lo menos, el equipo supo reaccionar a un mal inicio y ya está en octavos, donde espera rival.

El aviso de Ernesto Valverde a los suyos en la previa, un mensaje que hizo público en sala de prensa, advirtiendo de las dificultades de los partidos como el celebrado ayer en O Couto, ante un rival de inferior categoría, dos en este caso, y con un terreno de juego en muy malas condiciones pese a los intentos de la Xunta Galicia por adecuar el césped a contrarreloj, no pareció captarse del todo en la caseta. Se diría que se entendió a medias, y eso acostumbra a generar problemas, al menos de saque.

Y los hubo, pues de inicio el Athletic se empeñó en abusar de los envíos en largo, como si sus delanteros fueran, Isma Urzaiz, Fernando Llorente y Aritz Aduriz, capaces de bajar una lavadora. Y claro, hace mucho que ninguno de ellos figura en nómina y los perfiles de sus atacantes son otros bien distintos. Y cuando no le dio por jugar tan directo, en lugar de imprimirle ritmo a la circulación, amasó la posesión para permitir que el Ourense se asentara cerca de su área, cerrando cualquier recoveco por el que sufrir daños. No fue hasta un par de acciones combinativas de su rival cuando los leones entendieron que, pese al mal estado del campo, jugar el balón con cierto criterio no era tan complicado.

El Athletic, que eliminó ayer al Ourense, equipo de Primera RFEF, ha superado las 19 eliminatorias a partido único celebradas en Copa ante equipos de inferior categorías. En concreto, todas las disputadas desde que en octubre de 2003, en el primer partido de Valverde en Copa, cayera ante la Gimnástica de Torrelavega.

Apuntar que las cuatro primeras ocasiones a balón parado que dispuso el Ourense en esa primera media hora en la que supo leer mejor el guion del partido se saldaron con otros tantos remates, si bien ninguno de ellos inquietó a Alex Padilla, titular ayer bajo palos.

Convengamos, porque la realidad es la que es, que lo importante es pasar. Superar rondas sin darle demasiadas vueltas al juego, porque tampoco es lo habitual que un técnico introduzca ocho cambios con respecto al partido previo, con varios jugadores con poco o muy poco rodaje, y que todo salga a pedir de boca.

Así, el mínimo exigible es hacer lo que hizo el Athletic. Ser mejor que su rival, aunque en ocasiones parezca que tiene al enemigo en casa por aquello de que le cuesta un mundo hacer un gol. Hasta la prórroga del choque ante el Ourense, el conjunto rojiblanco llevaba un solo tanto en los cuatro partidos previos. Y con esos números, por mucho que el rival sea de una o varias categorías menos, todo se complica.

Mikel Jauregizar

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A las puertas del descanso del primer tiempo de la prórroga Mikel Jauregizar sacó al Athletic de cualquier aprieto, pues los penaltis, como sucediera el curso pasado ante la UD Logroñés, asomaban a la vuelta de la esquina.

Lo dicho, que lo importante es ganar y en el recuerdo quedará siempre la imagen de Iñigo Ruiz de Galarreta pidiéndole la hora a César Soto Grado en aquel partido ante el Rubí, de la preferente catalana. Que pase el siguiente camino de La Cartuja.