El Athletic hincó la rodilla en su regreso a St James’ Park 31 años después en un encuentro marcado por la novedosa fórmula que tuvo que aplicar Ernesto Valverde a causa de las numerosas bajas con las que contaba, lo que, e la medida de sus intereses, supo rentabilizar el Newcastle, al que le valió imponer su estrategia a balón parado y despistes defensivos de los leones para quedarse con los tres puntos.

Lo mejor: El buen inicio y la irrupción de los cachorros que debutan como leones

El alto número de bajas con las que compareció el Athletic, que además tuvo que prescindir a última hora por enfermedad de Gorka Guruzeta, su pichichi en la Champions, generó una profunda sensación de pesimismo en el entorno athleticzale, incluso temeroso que el colectivo de Ernesto Valverde saliera esquilmado de su visita a un Newcastle que salió con su plan A decidido a no perdonar a los rojiblancos, que en algunas tomas parecían niños frente a hombres a tenor de la diferencia física respecto a varios futbolistas de la escuadra inglesa, que, pese a ello, no fue tan fiera en juego como anticipaban muchos. Lo cierto es que, pese a ese aura sombría, la puesta en escena del Athletic sorprendió por su descaro y con trazas ambiciosas, un equipo que quiso presionar y que se subió al pico de los de Eddie Howe, que ya empezaron a volar con el tanto de Burn en la primera jugada a balón parado de la que gozaron.

El fútbol se decide en esos detalles, sobre todo cuando se compite en un campo como St James’ Park, que mantiene la esencia del fútbol de las islas. El Athletic respondió a ese 1-0 con dignidad, una decisión de aplaudir y que se tradujo en las oportunidades de las que disfrutaron en puñado de segundos Unai Gómez y Adama, cuyos lanzamientos se toparon con los dos postes de la meta defendida por Pope. Fueron buenos minutos de los rojiblancos, que quizá se sintieron liberados de un punto de presión por las circunstancias con las que afrontaron un enfrentamiento de altísimo nivel que requiere algo más que el voluntarismo. El 2-0 dejó sentenciado el encuentro, momento en que se produjo los bautizos de Selton Sánchez y Asier Hierro, que probablemente no se hubiera producido en caso de no haberse dado esta plaga de lesiones, quienes ofrecieron sensaciones gratificantes en sus primeros minutos como leones. Dos estrenos que quizá acaparen las tertulias rojiblancas de esta mañana en los puestos de trabajo, bares y demás escenarios sociales.

Lo peor: La falta de músculo competitivo en detalles que deciden un partido

La Champions League se califica como la máxima competición continental y tal etiqueta exige a un equipo de la genética del Athletic a jugar con excelencia si quiere llevarse la victoria en St James’ Park, uno de los templos del fútbol inglés. Se sabía la dificultad de tumbar al Newcastle, pero los rojiblancos también conocían que no se podían despistar en esas acciones que requieren máxima disciplina táctica, máxima concentración y máxima capacidad defensiva para no verse sorprendidos. Y ocurrió que no fue así en las dos acciones que determinaron los dos tantos de las urracas, especialmente la del primer tanto, obra del gigante Burn, que remató a placer con la testa un golpe franco bien ejecutado por Trippier, exjugador del Atlético de Madrid. Llamó la atención esa flojedad cuando los de Valverde estaban avisados del poderío del Newcatle en este tipo de jugadas de estrategia, con lo que es de imaginar que alguna bronca pudo caer en las entrañas del vestuario.

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Es esa fragilidad, que también conlleva un punto de fortaleza mental, la que genera desconcierto al espectador athleticzale, que volvió a quedarse de piedra posteriormente en la acción del segundo tanto inglés, fruto de una nueva debilidad defensiva incomprensible cuando se produce en el arranque del segundo tiempo, minutos en los que dice el buen manual del futbolista se refuerza la concentración para evitar un desenlace como el que se produjo con el cabezazo a placer de Joelinton ante la resignación e impotencia que recogieron las cámaras en el rostro de Aitor Paredes, retratado en ese instante fulminante. Un despiste que cobra más relevancia cuando se traduce en un gol en contra, pero que también se detectaron, aunque sin repercusión en el marcador, en la letra pequeña de varias situaciones de juego en las que los rojiblancos carecieron de ese músculo competitivo que suelen decidir el devenir de un encuentro.