Derrota previsible en una noche donde nunca dio la impresión de que el Athletic fuese a discutir seriamente el signo del desenlace a un Newcastle que se limitó a asegurar los tres puntos e invirtió la última media hora en preservar la ventaja adquirida. El revés sitúa a los de Ernesto Valverde en una tesitura muy complicada en la Champions, con necesidad de ganar tres de las cuatro citas pendientes, misión que en este preciso instante se antoja fuera de su alcance. No está el equipo en condiciones de competir con garantías, menos aún en un torneo que le queda grande. Se volvió a comprobar contra un equipo de Premier con mucho dinero, pero cuyo fútbol solo puede convencer a sus hinchas. Si a los serios problemas de disponibilidad del Athletic, se le agrega la falta de pegada y fiabilidad que se ha instalado en sus filas desde hace semanas, lo presenciado en St James Park es sencillamente una consecuencia lógica de ese frágil estado.
Lo único que no cabe cuestionar a los rojiblancos es la actitud. Salieron dispuestos a generar problemas en el rival, lo lograron durante una fase, mientras les aguantó el nervio. No regatearon ni en intención ni en sudor; de hecho, en la última parte del choque volvieron a elevar el nivel en la búsqueda de un gol que al menos sirviera de consuelo, pero en la batalla física salieron malparados. Un adversario inglés, pese a que como este vaya justito de calidad y muestre evidentes limitaciones en el manejo de la pelota, especialmente en la línea defensiva, siempre obliga a pasar un test físico de máxima exigencia. Aprobarlo no es fácil, lo puede atestiguar el Athletic.
Pero el evento, el regreso a un estadio que permanece en la memoria de muchos hinchas, tuvo más miga que el propio juego. Tuvo un prólogo a tono con la situación que vive el equipo y que no puede pasarse por alto. A hora y media del comienzo del partido el Athletic añadía un capítulo más a la versión de El cuento de nunca acabar que viene escribiendo desde el verano: Guruzeta, indispuesto causaba baja. En un contexto objetivamente desalentador y no solo por los contratiempos ya conocidos desde la víspera, el anuncio del club cayó como una losa sobre la moral de la afición. La inesperada ausencia del goleador certificaba el mal presagio que de antemano planeaba sobre el precioso verde del St James Park. Ante el escaso margen que tenía para diseñar el ataque, Valverde apostó por elevar la capacidad de trabajo del grupo, reunió para ello a tres medios y ubicó a Vesga detrás de la avanzadilla, rol que en este caso correspondió a Unai Gómez.
La fórmula cundió de salida. La correosa presión rojiblanca puso de manifiesto la incomodidad de un Newcastle que sufrió muchos robos y en zonas comprometidas, además. El Athletic se apuntaba un tanto con su puesta de escena y los primeros acercamientos al área de Pope. En esas estaba, relativamente tranquilo viendo cómo metía en un atolladero a los ingleses cuando en una falta próxima al área Trippier templó a la espalda de la zaga y allí apareció Burn, más solo que la una después de que Navarro perdiera su vigilancia, para cabecear cruzado a la red. Tremendo plastazo en pleno rostro para el conjunto que mejor lo estaba haciendo.
Y siguió combatiendo igual durante un rato más. Unai se presentó en el área obligando a Pope a despejar apurado a córner y a la salida del mismo, Adama enganchaba un disparo tremendo que repelía la madera. Lances que agudizaban la sensación de injusticia que emanaba del marcador. Luego, se asistió a una fase más anodina, el Athletic bajó el pistón, era inviable sostener el ritmo inicial, y enfrente emergió la figura de Bruno Guimaraes para ir poniendo orden y lanzar a los suyos, con Woltemade descolocando a los centrales a base de caídas constantes.
Precisamente el alemán pudo ampliar la renta, pero en una estupenda posición dirigió mal su remate y poco antes del descanso era Joelinton quien acariciaba el gol en un mano a mano del que salía vencedor Simón. Sin proponer nada realmente llamativo, el Newcastle tenía encarrilado el partido. Ese perfil bajo del anfitrión es probable que en circunstancias diferentes hubiese alentado las opciones de un Athletic ayer muy mermado y que paulatina e irremediablemente iría acusando el esfuerzo del primer acto.
De todas formas, cualquier atisbo de ilusión se desvaneció enseguida. Fue a raíz de que Joelinton, un incordio permanente, subiese el segundo al marcador. Fue una jugada demasiado larga que finalizó con el brasileño más solo que la una en el área chica. La pasividad colectiva se tradujo en la sentencia. El Newcastle ya no arriesgaría, tampoco previamente se mostró valiente, pero en adelante adoptó un perfil más conservador, refrescó líneas en la idea de dar un respiro a los titulares y solo asomó arriba en contadas oportunidades. Los cambios tardaron más en producirse en el bando opuesto y aportaron unas dosis de picante que se agradeció tal como iba el asunto.
El cuadro local estaba deseando irse a la ducha, daba por finiquitado el pleito y estaba en lo cierto, el Athletic no amenazaría su premio, pero a Nico Serrano le dio por afilarse y enlazó hasta cuatro intentos con su zurda, dos con auténtico veneno a lo que Pope replicó con nota muy alta. Esos minutos más movidos, no es que tuviesen un impacto a considerar en el desarrollo del encuentro, pero alegraron un tanto la existencia a las tres mil almas que acompañaron desde la grada. Vieron además un par de debuts y bueno, pues ese inconformismo, ese afán por estrenar la cuenta aprovechando que el Newcastle entendía que había cumplido su tarea y se merecía un final tranquilo. No lo fue del todo, pero la ventaja reflejó con notable fidelidad la distancia que separó a los contendientes.
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