Otro partido que se le hace largo al Athletic
Dominó y generó varias ocasiones en la primera mitad, pero luego le faltó energía y convicción para aplacar el despertar de un Villarreal bastante gris
Septiembre negro. A un punto y un gol en cinco compromisos se reduce el cómputo del Athletic en el mes y dicho logro tuvo lugar en casa frente al colista. Anoche se volvió a poner en evidencia que solo con voluntad y trabajo, virtudes inherentes a la personalidad del equipo, en vez de opositar a premio se acaba cayendo en los brazos de la frustración. Fue incuestionable que el Athletic quiso agarrar el partido por la pechera, tanto como que en realidad fue capaz de ofrecer un nivel netamente superior al del Villarreal. Pero solo durante la mitad del partido. En la segunda parte asomó una debilidad progresiva, no únicamente física, aunque haya gente que va con el gancho. Se trata de un déficit de convicción, se diría que a los jugadores les pesa en exceso la escasa lucidez que exhiben en ataque. No reflejar su afán atacante en el marcador acaba siendo una rémora que les impide ser competitivos hasta la conclusión. De eso se benefició un adversario ramplón en líneas generales, que se llevó los tres puntos con una comodidad impensable visto como discurrió el asunto hasta el intermedio.
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Con un gol fue suficiente para decidir el signo del encuentro. Pudo haber entrado en cualquiera de las dos porterías, a lo largo de una amplia fase prevaleció la sensación de que sería el Athletic quien estrenase su casillero, lo mereció de hecho. Sin embargo, de algún modo se revivió el guion de la anterior salida, a Mestalla, donde asimismo no hubo color en el primer acto, aunque los chicos de Valverde no supiesen rentabilizarlo y luego vino la roja a Vivian y ya se sabe de qué forma terminó aquello. Este sábado acabaron con once sobre el campo, eso sí, con una formación bastante circunstancial salvo en defensa, pero se repitió la historia pues el Villarreal se recompuso y fabricó prácticamente todo en ataque. Un gran chut lejano que Rego estampó en una escuadra pudo evitar la derrota, pero acaso sea mucho pedir que esa solitaria acción valga para neutralizar todo el flujo ofensivo que aportó un activo Pepé.
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Si estando inmerso en una dinámica tan negativa diesen a elegir, La Cerámica no figuraría entre los escenarios deseables. Antes se nombrarían como mínimo y de carrerilla una docena de campos más propicios en teoría para aspirar a un marcador reconfortante, justo lo que el Athletic buscaba con ansia. Pero nunca se sabe, por algo se suele decir que los partidos están para ser jugados. Y sí, no hay ninguna duda de que la reacción comenzaba a ser una cuestión urgente para la tropa de Valverde. El arranque no invitó a templar el nervio: abierto, con idas y venidas, pero pronto se registraron un par de sustos no respondidos, los intentos rojiblancos fueron repelidos por defensas sin que Junior tuviese que intervenir y Simón se anotó una parada y la madera repelió una volea de Pepé.
No obstante, no tardó en apreciarse una disposición correcta, ambiciosa. Suele decirse que el Athletic no sabe especular, desde luego no parecía la opción ideal anoche. Si hay que morir que sea peleando por la gloria, valdría como lema para la ocasión. Así que, paulatinamente, pese a que no faltaron varios sobresaltos que sirvieron para ratificar la categoría de Simón, el Athletic fue amasando iniciativa, dominio, profundidad. La presión avanzada surtía el efecto pretendido, robos frecuentes en zonas próximas al área local.
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Fruto de una tónica que logró desfigurar por completo al Villarreal se sucedieron las oportunidades, dos o tres con peligro auténtico. La más clara, a cargo de Sancet, al desviar un tiro de Galarreta que obligó al meta brasileño a repeler con una excelente estirada de pierna. En dicho lance hubo tres intentos más. Luego tomó el relevo Guruzeta, a inteligente cesión de Sancet, y de nuevo Junior estuvo firme. Resultó evidente que, un poco recordando a lo ocurrido una semana antes, al Athletic le volvió a traicionar su escasa precisión para finalizar todo el caudal de juego que generó. Demasiados centros mal dirigidos, horribles unos cuantos, o remates que se marcharon al limbo por una décima de segundo.
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En suma, que siendo de agradecer el esfuerzo y la constancia por gobernar la contienda y percutir, al descanso no había excesivos motivos para ilusionarse. El equipo se ha metido en un bucle y no es fácil adivinar la salida, cuándo tendrá lugar y qué factores contribuirán. Por ahora se observan unas constantes en el plano individual que afectan a mucha gente y apenas experimentan evolución. Así es irremediable que su efecto no se note en la tarea colectiva. Sin ser un desastre ni mucho menos, la situación se está alargando y causa desazón. Sobre todo, porque hay un instante en que el bloque deja de pitar, va decayendo y ya no se atisba la manera de voltear tal tendencia, que al final se materializa en un marcador adverso. Esta fue la historia del segundo acto frente a un Villarreal que, aparte de aprovechar su fondo de armario, no necesitó una actuación notable para apropiarse de los tres puntos.
Si se quiere es posible apelar al infortunio, que si se pierde el único delantero en forma por una lesión anunciada entre semana y luego, en plena faena, cae lesionado Vesga al de siete minutos de entrar en el terreno. Bueno, a perro flaco ya se sabe y tal es la imagen que está transmitiendo un Athletic que no consigue un rendimiento sostenido, de principio a fin, que dure noventa minutos. En La Cerámica volvió a amagar con brindar una alegría, flirteó con la probabilidad de romper la triste tendencia del mes, pero la inconsistencia asomó y se tradujo en un disgusto más.